Hay pruebas en la vida que son difíciles de soportar. Más aún, no entendemos porque viene para afligirnos. Dios nos invita a pedir sabiduría para comprender la razón de la prueba.

 

“Sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.” Santiago 1:3-4.

 

En la vida cristiana, sufrimos muchos embates de diferentes índoles. Las fuentes de oposición siempre son las mismas, es decir, el mundo, la carne, y el diablo. Y cada problema que hemos tenido que enfrentar tuvo su origen en uno o más de éstas. Los que pertenecemos al Señor queremos fortalecernos para que nuestros esfuerzos no se paralicen cuando el enemigo ataca. Las pruebas deben ser peldaños sobre los cuales, trepando, podemos ir avanzando hacia la meta que el Señor ha puesto por delante. La meta es la madurez espiritual. Santiago 1:2 dice que debemos aceptar las pruebas con gozo, no por el sufrimiento que traen, sino porque nos conducen a una madurez espiritual. “La prueba de vuestra fe produce paciencia” v.3.

 

La paciencia se deriva del poder divino que permite mantenerse firme y fiel frente a la prueba, sin desviarse ni a la derecha ni la izquierda. Nuestro Señor Jesucristo puso su rostro como pedernal y se mantuvo incólume, constante, pacientemente soportando todas las pruebas. Algunas pruebas son de larga duración, otras de corta. Son como un curso de escuela, en que no se recibe el diploma hasta que todo sea aprobado. A esto se refiere la exhortación de permitir que la paciencia tenga “su obra completa.” Ser “perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna,” significa ser maduros, gozando un desarrollo completo, y siervos a los cuales el Señor puede encargar trabajos. A veces no entendemos el por qué de la prueba, pero el verso 5 instruye “si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.” Es una invitación a pedir a Dios “sabiduría” para entender el objetivo de la prueba. Si Dios nos invita a pedirla, quiere decir que no la dará sin que haya 1) reconocimiento de necesidad en nosotros; 2) desconfianza en lo que podría ser nuestra supuesta “sabiduría,” y 3) una petición específica para que Dios nos instruya.

 

Sin embargo, hay dos condiciones personales que no deben faltar, pues sin ellas, seguiremos en lo mismo. Estas dos condiciones son 1) fe; y 2) no dudar. Puesto en forma sencilla, esto significa confianza en que Dios revelará la razón por qué está permitiendo la prueba. Significa también un previo compromiso a actuar según Dios nos revele el motivo, cuesta lo que costare. “La onda del mar” no tiene estabilidad. Tiene sus altos y bajos. Puede ser cambiada de dirección con el viento y de un día a otro, la onda no es la misma. Así se describe el hombre de doble ánimo. Al hermano que no pida con fe y tenga sus reservas o dudas, es advertido de no pensar “que recibirá cosa alguna del Señor,” pues no sabrá utilizar la revelación que Señor quiere dar. Es llamado “hombre de doble ánimo… inconstante en todos sus caminos.”  Así que, cuando nos vemos abocados a las múltiples tentaciones y pruebas de la vida, en vez de quejarnos por el sufrimiento que aquello significa, busquemos el rostro de nuestro Padre celestial para que nos dé sabiduría para entender el por qué. Al pedir tal sabiduría, es necesario confiar plenamente en la soberana voluntad de Dios que ha permitido tal prueba. Significa también estar dispuesto a guiarse por lo que será revelado por Él. “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman” Santiago 1:12.  –DAJ

 

Lectura Diaria:
Exodo 6:14-7:25 [leer]
/Salmos 37:1-40 [leer]
/Hechos 2:22-47 [leer]