Todos hemos sido objetos de gran misericordia de parte de Dios pues la Biblia dice: “te corona de favores y misericordias,… Misericordioso y clemente es Jehová; lento para la ira, y grande en misericordia….   No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, Ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados.” Si Dios es así, ¿qué espera de nosotros?

 

 

“Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad; Átalas a tu cuello, Escríbelas en la tabla de tu corazón; y hallarás gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y de los hombres.” Proverbios 3:3-4.

 

Salomón sigue escribiendo preceptos que presagian bendición cuando son puestos por obra. Si los preceptos en los versos 1 y 2 requerían obediencia para disfrutar de la paz, los anotados en el texto de cabecera tienen que ver con la conducta de los que profesan temer a Dios. Alguien ha escrito, “mostrar misericordia a costo de la verdad sería tolerancia injustificable; exigir verdad sin tener piedad sería justicia intolerable”. Debe haber un equilibrio entre los dos. Ambos atributos se armonizan en Dios. En la cruz tenemos el mejor ejemplo de la verdad que requería el castigo por el pecado y luego la misericordia pues “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados”. Por eso mismo, el evangelio revela la gran misericordia de Dios “y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” 2 Corintios 5:19.

 

El salmista describió la escena proféticamente cuando escribió que “la misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron” Salmo 85:10. Los besos se dan cuando hay afinidad de pensamiento. Contrincantes no se besan. En la cruz, la combinación perfecta hizo posible que se manifestara la justicia de Dios, “a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús” Romanos 3:26. Esta es “la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él” Romanos 3:22. En el mundo en todo nivel de la sociedad, se hace la vista gorda pensando no tomar en cuenta una maldad hecha que requiere castigo. Así consiguen perdonar al infractor y se congratulan por ser misericordiosos. Basta que alguien reclame y luego se ven en la necesidad de conocer la verdad para poder mostrar misericordia. Dios no pasa por alto el pecado. Ha declarado: “el alma que pecare, ésa morirá” Ezequiel 18:4. En nuestro sustituto Jesucristo se llevó a cabo la sentencia divina. Al mismo tiempo Cristo fue nuestro Mediador cuya obra en la cruz estableció la base de la reconciliación del hombre con Dios. Con el sacrificio de Cristo, Dios quedó satisfecho y por eso ofrece el regalo de la salvación como un acto misericordioso.

 

Hay una promesa para los que practican la misericordia y la verdad. Quienes lo hacen hallan “gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y de los hombres” v.4. En su día los corintios no lo lograron pues debían aplicar la disciplina de enajenar a un individuo de la congregación porque había cometido el pecado del incesto. Pablo les instó a actuar y respondieron positivamente ante la verdad. Pero les faltó la misericordia, pues cuando el individuo se arrepintió y quería volver a la congregación, no le recibían. Pablo tuvo que volver a escribirles “le basta a tal persona esta reprensión hecha por muchos; así que,… vosotros más bien debéis perdonarle y consolarle, para que no sea consumido de demasiada tristeza. Por lo cual os ruego que confirméis el amor para con él” 2 Corintios 2:6-8. Los hombres a veces se inclinan por un lado o por el otro. Dios quiere equilibrio. En otros salmos, Dios se ve tratando a los seres humanos en base de la verdad pero con misericordia. Él espera lo mismo de nosotros. –daj

 

Lectura Diaria:
Números 22:1-38 [leer]
/Proverbios 19 [leer]
/Santiago 3-4:12 [leer]