La Biblia contiene muchas exhortaciones, especialmente las que nos advierten contra cometer pecado. Juan el apóstol escribió sobre este particular.
“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.” 1 Juan 2:1.

Todos apreciamos a los que se preocupan de nosotros para advertirnos de algún peligro que ignoramos. Con ternura Juan el apóstol asume este rol como si fuera un padre aconsejando a sus hijos. En el capítulo uno ha mencionado la necesidad de ser consecuente en vivir la vida cristiana. Advirtió contra afirmar una cosa con la boca y actuar de otra manera. También advirtió sobre el autoengaño que lleva a la persona a pensar que su proceder sea bueno. Ahora advierte que no deben pecar. Ahora explica su razón por haber escrito aquello. Es para animar a los seguidores de Cristo a vivir la vida sin ser dominado por el pecado. De todos modos, existe la posibilidad en cada uno de pecar. En tal caso, Dios ha hecho una provisión para que la comunión con él sea restablecida. Es a través del Señor Jesucristo el justo en su rol de abogado defensor ante la justicia divina.

Juan ya ha dejado establecida la gran verdad que “la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” 1 Juan 1:7. Cuando un pecador cree en Cristo, la eficacia de la sangre de Cristo le deja perdonado para siempre. Los pecados pasados, presentes, y futuros son borrados por la obra hecha por Cristo en la cruz, una vez y para siempre. Los siguientes textos bíblicos corroboran esta gran verdad. Cristo, “por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.” “Ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado.” “En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.” “Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios,… porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” Hebreos 9:12, 26, 10:10, 12, 14.

La grandeza y la magnitud del perdón nos dejan preparados para ir al cielo en el momento que Cristo venga. Al mismo tiempo, debe producir un cuidado único para vivir la clase de vida que Dios espera hallar en nosotros. En vista de la gran bondad y el costo de nuestra redención, de puro amor para con el Salvador querremos vivir para la gloria de Él, “porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” 1 Pedro 1:16. Cuando sorpresivamente se cometa un pecado, no perdemos el perdón porque “abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. 1 Juan 2:1. Sin embargo, en vez de adoptar una actitud liviana respecto al cometer pecado, debemos tratar de evitarlo. –daj

Lectura Diaria:
Levitico 13:24-59 [leer]
/Salmos 118:1-29 [leer]
/Marcos 4:1-20 [leer]