En una congregación de cristianos hay diferentes niveles de desarrollo entre los hermanos. Hay que tener paciencia con los jóvenes, animar a los que tienen más experiencia y reconocer a los más antiguos por su fidelidad. Lea de eso en la meditación de hoy.
“Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno.” 1 Juan 2:14

Comenzando con el verso 12, el apóstol se dirigió a tres diferentes secciones de la familia. Habló a los padres, a los jóvenes y a los hijos. Las tres divisiones se enmarcan por el nivel de desarrollo espiritual de los miembros de la familia. Los “padres” son los que han tenido experiencias en comunión con el Padre que les ha significado dulzura y seguridad por medio del parentesco celestial. Al escribirlos, no está hablando de verdades desconocidas, sino de verdades que les ha suministrado firmeza en su testimonio en el mundo. Quizás fueran cristianos maduros que servían en la congregación y parte de su labor era instruir a los de menos experiencia en la vida cristiana. Juan les escribe para animarles en su labor.

Todo el mundo necesita una palabra de animación pues se cansa en la brega diaria. Ocurre especialmente cuando hay compañeros y familiares que se oponen a la forma en que el creyente conduce su vida para la gloria de Cristo. Pablo supo apreciar a Aristarco, Marcos, y Justo, que eran “de la circuncisión que me ayudan en el reino de Dios, y han sido para mí un consuelo” Colosenses 4:10-11. Es conveniente animar a los hermanos reconociendo y mencionando su fidelidad en la obra del Señor. En el texto de hoy, Juan reconoce que los jóvenes se habían mantenido firmes frente a las asechanzas del diablo. “Sois fuertes,” y luego da la razón porque tenían fortaleza, “la palabra de Dios permanece en vosotros.” Guiaban sus vidas utilizado como su norte la palabra de Dios. Así pudieron vencer al maligno que intentaba hacerles desviar.

No es solamente leer la Biblia sino “digerirla” como comida que contribuye al bienestar del individuo. Es permitir que ella establezca las bases que consultamos en nuestra mente cuando el enemigo nos tienta. El Espíritu Santo la utiliza y suministra la gracia necesaria para no caer y provee el poder y la felicidad que caracteriza a los padres y los jóvenes que conocen a Dios y viven dando gloria a Él. “Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros.” 1 Juan 2:24 –daj

Lectura Diaria:
Deuteronomio 7:12-8:20 [leer]
/Eclesiastés 9:11-10:20 [leer]
/Lucas 8:40-56 [leer]