Si alguien le viera a Usted y su forma de actuar, ¿llegaría a la conclusión que pertenece al Señor Jesús porque se ven ciertas características de Él en su vida? Así pasó con Pedro y Juan.
“Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos” 1 Juan 2:3.

El título con que el Señor Jesús es introducido en el verso uno es JESUCRISTO EL JUSTO. También es llamado el ABOGADO. En el verso dos es llamado “LA PROPICIACIÓN por nuestros pecados.” Se destaca que el ES LA PROPICIACIÓN en el sentido de que la obra que realizó en su persona continúa vigente en su eficacia. La propiciación es eterna en su valor y es válida por los pecados nuestros y “también por los de todo el mundo” v.2.

Lo trascendental de todo eso es que Jesucristo el Justo, el mismo que aboga por nosotros y quién mismo es la propiciación por nuestros pecados puede ser conocido a través de la vida de sus seguidores. ¿En qué sentido damos a entender que le conocemos? 1 Juan 2:3 contesta: “en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos.” La evidencia que uno conoce a Cristo se ve en su modo de actuar. Hay características del Señor que deben verse reflejadas en la vida de los suyos. Jesús espera que haya tal evidencia, pues dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” Juan 14:15. Cuando las evidencias están ausentes, la conclusión es obvia: tal persona no conoce a Dios ni a Cristo el Salvador.

La persona que conoce a Cristo como Salvador no solamente se contenta en saber que sus pecados han sido perdonados, sino también se deleita por el privilegio de “representar” a su Señor en el mundo. De puro amor obedece sus mandamientos para que el Señor Jesucristo sea glorificado. Conocer a Jesucristo es un conocimiento transformativo como dice en 2 Corintios 3:18, “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.” El Espíritu Santo utiliza esta evidencia en la vida de los creyentes para convencer “al mundo de pecado, de justicia y de juicio” Juan 16:8. Al creyente sincero que reconoce a Jesucristo el Justo como su Propiciación y Abogado, no le es difícil obedecer sus mandamientos. Llega a ser un hábito vivir para la gloria de Dios. “Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aun más y más en ciencia y en todo conocimiento” Filipenses 1:9. “Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén” Hebreos 13:20-21. El sumo sacerdote y los gobernantes vieron el denuedo de los apóstoles Pedro y Juan en el templo y “se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús” Hechos 4:13. ¿Dirían los conocidos nuestros lo mismo al contemplar la vida nuestra? –daj

Lectura Diaria:
Levitico 24:1-23 [leer]
/Salmos 137:1-138:8 [leer]
/Marcos 9:33-50 [leer]