Cuando Juan el apóstol fue inspirado de escribir sobre el amor hermanable, usó el mal ejemplo de Caín quien aborreció a su hermano Abel. Un hecho que ocurrió hace seis mil años sirvió para enseñarnos hoy.

“No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas.” 1 Juan 3:12.

Habiendo declarado que es requerido todos los cristianos amarse mutuamente, Juan aduce el caso de Caín. En vez de amar a su hermano, lo aborreció y terminó matándole. El análisis escueto de Juan identifica a Caín como del maligno cuyas obras eran malas en comparación con las de su hermano que eran buenas. Los detalles del episodio están en Génesis 4 donde se relata que los dos hermanos ofrendaron a Jehová. Abel trajo de lo mejor de sus ovejas mientras Caín prefirió ofrecer el producto de su huerto. La ofrenda de Abel agradó a Dios porque siguió el principio de satisfacer la justicia de Dios con la muerte de un animal inocente. No hubo sangre en la ofrenda de Caín. Caín se enojó cuando se dio cuenta que su ofrenda había sido rechazada. Dios le dio la oportunidad de cambiar su elección, y no quiso. De ahí Caín fue dominado por su enojo contra Dios y usando un paseo en el campo con su hermano como pretexto, se ensañó contra él y le mató. ¿Dónde estaba el amor hermanable?

La pregunta en el texto de cabecera debe llevarnos a reflexionar sobre el estado de nuestro corazón y el nivel de nuestra conducta. Caín mató a su hermano bajo la influencia de la envidia. Ya que no había recibido el mismo trato que Abel, estuvo disconforme. ¿Quién tenía la culpa? Por cierto Caín, porque no quiso hacer lo que Dios quería. No quiso admitir su falta. Tuvo envidia de Abel y manifestó su enojo matando a su hermano. Es un fenómeno entre los seres humanos que cuando una persona lleva una vida santa, Satanás despierta animosidad en su contra. Abel honraba a Dios y Caín su hermano no lo supo apreciar. Juan quiere que los destinatarios no sigan el ejemplo de Caín, especialmente porque la envidia es un pecado que está en la raíz de mucha maldad en el mundo. Practicar el amor verdadero es necesario para cumplir la voluntad de Dios en amarnos mutuamente.

No es posible que los gobiernos legislen para que el amor hermanable sea la regla para toda la población. Como una chispa puede prender un incendio, así el cristiano que practica el amor hace lo que Dios espera de él. Con eso da un ejemplo que otros pueden seguir. El ejemplo de Caín debe ser rechazado. Debemos obedecer al mandamiento de amarnos mutuamente para que Dios sea honrado y glorificado. “Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros” 1 Juan 4:12. –daj

Lectura Diaria:
2 Samuel 20 [leer]
/Jeremías 4:3-11 [leer]
/Gálatas 5:10-26 [leer]