¿Cómo vamos a vernos cuando estemos en el cielo? Pablo dijo: “ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido” Juan dice: “seremos semejantes a él” (al Señor Jesús). Lea de esta grata esperanza.

“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.” 1 Juan 3:2.

En el verso 1, Juan exhortó a los hijos de Dios a apreciar la clase de amor que el Padre ha demostrado. Ahora Juan asegura a los creyentes de una gran verdad; “amados, AHORA somos hijos de Dios” v.2. Ser hijo de Dios es el privilegio más alto que pudiera suceder a cualquier ser humano. Mientras el pecador anda lejos de Dios, sigue “la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” Efesios 2:2. Pasar de ser hijo de desobediencia y de ser hijo del diablo a ser hijo de Dios equivale a ser sacado de la cloaca del mundo para ocupar un lugar preparado y privilegiado en la casa del Padre. El pecador deja su condición de condenado y pasa a disfrutar la dignidad de ser hijo de Dios. Con toda propiedad puede llamar a Dios, Padre. “Por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” Gálatas 4:6 ¿Ha pensado Ud. en este gran honor? ¿Ha reflexionado sobre cuán misericordioso ha sido Dios con Ud.? ¿Le ha producido un sentir de placer y gratitud al contemplar cuán privilegiados somos los hijos de Dios?

Ser reconocido AHORA MISMO como hijo de Dios significa que no es una meta para alcanzar en el futuro. Dios no lo presenta como un premio al final de la carrera, sino nos eleva a ocupar el lugar primero y luego espera que respondamos con obediencia como hijos del Padre celestial. Jesús como la Luz “a lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de SER HECHOS HIJOS DE DIOS; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” Juan 1:11-13. Llegar a ser un hijo es de pura gracia. No es por relación sanguínea con nuestros padres, ni por ejercer su propia voluntad para convertirse en hijo de Dios. Esto es imposible. Tampoco es por voluntad de alguien fuera de nosotros, “SINO DE DIOS”. Por medio del nuevo nacimiento, somos hechos hijos de Dios.

Si bien es cierto que tenemos muchos privilegios como hijos de Dios, no es toda la historia. “Aún no se ha manifestado lo que hemos de ser.” Queda el glorioso futuro cuando Cristo venga y todos tengamos nuestros nuevos cuerpos y estemos en la presencia de Dios. Lo único que sabemos es que “cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” 1 Juan 3:2. Tal pensamiento anima al discípulo a seguir sirviendo al Señor con amor, con denuedo, y con dignidad. El pensamiento nos fortalece en los momentos de prueba. Cuando el enemigo sugiere dudas acerca de nuestro servicio, debemos asirnos férreamente a la esperanza de ver a Cristo y ser semejantes a Él. En el presente, los hijos de Dios viven en cuerpos humanos. En el futuro, los hijos de Dios tendrán sus nuevos cuerpos, los cuales serán semejantes al cuerpo de Cristo. ¡Dios sea alabado por todo! –daj

Lectura Diaria:
1 Samuel 3
/ Isaías 46
/ 2 Corintios 6:11-7:16