Nadie quiere tener una conciencia compungida por algún pecado o falta cometida. Es rico vivir con un corazón que no reprende y tenemos algunos ejemplos bíblicos de ello.

“Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios.” 1 Juan 3:21.

En este verso Juan presenta el corazón que no reprende, todo lo contrario al corazón que reprende como el mencionado en el verso 20. Se entiende que la reprensión se siente cuando la conciencia acusa de pecado. Si uno viviera su vida cuidándose para no pecar, el corazón no tendría nada que reprender. Ningún ser humano es capaz de vivir sin pecado, pues básicamente somos débiles. El pecado es parte de nuestra naturaleza humana mientras estamos en este cuerpo. Juan ya advirtió sobre la posibilidad de pensar que seamos libres de pecar. “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros” 1 Juan 1:8. Gracias a Dios que con la ayuda del Espíritu Santo, uno puede aspirar a vivir una vida sin ser dominado por el pecado y en tal condición, “si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios” v.21.

Un hombre que vivía una vida santa era Nataneal. Felipe le invitó a ver a Jesús y mientras se acercaba, Jesús dijo: “He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño” Juan 1:47. Natanael no era perfecto pues cuando Felipe le habló de Jesús, Nataneal dijo sarcásticamente “¿De Nazaret puede salir algo de bueno?” v.46. Felipe no le discutió, sino le invitó diciendo: “Ven y ve.” Nataneal fue y se convenció. Los padres de Juan Bautista son mencionados como “justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor” Lucas 1:6. Zacarías era sacerdote y juntamente a Elizabeth su esposa, de edad avanzada. Los dos tenían excelente testimonio. Sus corazones no les reprendían. En ellos el Salmo 92:14 se cumplía: “Aun en la vejez fructificarán; Estarán vigorosos y verde”.

Otro ejemplo de alguien que vivía con corazón no reprendido fue Simeón, el que esperaba al Mesías antes de morir. “He aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él” Lucas 2:25. Todo salvado por la gracia de Dios quiere vivir una vida santa en lo posible. La presencia del Espíritu Santo nos capacita para vivir al agrado de Dios. “Por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia;… Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” Gálatas 5:5,25. “Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros” 2 Timoteo 1:14. Ahí está el secreto para vivir sin que el corazón reprenda. Es vivir según la verdad. –daj

Lectura Diaria:
2 Reyes 5 [leer]
/Jeremías 38 [leer]
/Hebreos 9:15-28 [leer]