Vivir una vida santa debe ser el deseo más íntimo de todo cristiano. La nueva vida en Cristo nos capacita para vivir esta clase de vida. Hasta que lleguemos al cielo seremos tentados a pecar, pero todo hijo o hija de Dios tratará de evitarlo.

“Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.” 1 Juan 3:6.

La clara declaración del versículo 5 Se refiere al Señor Jesús y dice que “no hay pecado en él.” La perfección de Jesús es la que dio valor a todo lo que hizo especialmente cuando murió, fue sepultado y resucitó. Ahora en su calidad de ascendido y glorificado Salvador, Cristo es presentado como el sumo sacerdote “santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos” Hebreos 7:26. Con toda confianza Jesús pudo decir a los que se le oponían cuando Él estaba en la tierra, “¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?” Juan 8:46. Nadie pudo, porque no hubo pecado en Él.

La continuada perfección del Señor Jesucristo en el cielo significa que los que reciben la vida eterna por medio de Él ahora deben reflejar por medio de su comportamiento los principios de la nueva vida. Permanecer en él como dice el texto de cabecera significa conducir la vida consciente de que estando Jesús en un mundo corrupto, siempre agradaba al Padre en lo que hizo; “porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque YO HAGO SIEMPRE LO QUE LE AGRADA” Juan 8:29. Jesús espera que los suyos le imiten mientras se mantengan en comunión con Él. El objeto de su vida es no pecar. No significa que los cristianos estén libres de tentación para pecar, sino significa que permaneciendo en comunión con Cristo, recibirán poder para vencer el pecado. “Todo aquel que permanece en él, no peca….” Esto significa que el pecado no es una práctica habitual. Quién peque como una norma de su vida deja ver que jamás ha visto a Cristo como su Salvador, y no le ha conocido como su Señor.

La práctica del pecado es incompatible con la vida que profesan tener los que aman a Cristo. La santidad en la vida evidencia el poder de la nueva vida residente en la persona que ha sido salva por Cristo Jesús. Poseído de la vida nueva, el creyente vive dependiendo de Cristo para mantenerse lejos de la maldad y practicante continuo de la justicia. Pablo el apóstol supo el secreto. Reconoció que mientras estamos en este cuerpo, el pecado nos asedia. “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” Romanos 7:24. A renglón seguido contesta su propia pregunta, “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro” v.25. Nuestro Señor Jesucristo anticipó lo que significaría vivir en comunión con Él, “En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros. El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él” Juan 14:20-21. El pasaje no enseña la perfección absoluta en el creyente, pues mientras habitamos estos cuerpos estaremos propensos a caer. El pasaje nos enseña que si permanecemos en Cristo podemos evitar el pecado, lo cual debe ser el deseo de todo hijo de Dios. –daj

Lectura Diaria:
1 Samuel 21-22 [leer]
/Isaías 61 [leer]
/Romanos 6:1-14 [leer]