La meta de cada cristiano es vivir una vida santa, una vida que agrada a Dios. Mientras estemos con vida en este mundo, vamos a tener una lucha constante para no sucumbir ante la tentación. La nueva vida en Cristo capacita al cristiano para que pueda vencer a la tentación.

Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.” 1 Juan 3:9.

Habiendo establecido que el pecado es del diablo (v.8), Juan el apóstol ahora quiere destacar que “todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado” v.9. El Hijo de Dios vino al mundo “para deshacer las obras del diablo,” y esto lo lleva a cabo en la vida de los que nacen de Dios. Jesús introdujo el tema del nuevo nacimiento cuando conversó una noche con Nicodemo, un conocido líder entre los judíos en Jerusalén. “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo” Juan 3:5-7. Años más tarde, Pedro el apóstol se refirió a lo mismo: “siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” 1 Pedro 1:23.

Lograr vivir una vida de santidad en que el pecado no es habitual, es producto de la nueva vida divina dentro de uno. Cuando uno cree en Cristo como en su Salvador, recibe “preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina” 2 Pedro 1:4. Los que participan de la naturaleza divina son los que Juan llama “nacidos de Dios”. Hay conciencia de lo que Dios quiere y uno se esfuerza por no practicar el pecado. “La simiente de Dios” es la vida nueva que Dios nos da cuando nos salva y está en cada ser humano salvado como algo permanente y que “no puede pecar”. Si hay pecado, es el producto de la vieja naturaleza, y no la nueva. En la nueva naturaleza hay poder para no sucumbir a la tentación y practicar el pecado.

Pablo trató el mismo tema en Romanos 6, “¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? … a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” vv.1-4. La fuerza para andar en vida nueva depende de Cristo el resucitado. El hace posible vivir una vida victoriosa sobre el pecado. Así el pecado no se ve en forma habitual. Juan mismo trató de vivir a la altura de su propia enseñanza pues cuando escribió el libro del Apocalipsis prorrumpió en alabanza “Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén” Apocalipsis 1:5-6. –daj

Lectura Diaria:
2 Samuel 7 [leer]
/Nahúm 2-3 [leer]
/Romanos 14:1-18 [leer]