Hablamos a menudo sobre el amor de Dios que debe ser visto en la vida del cristiano. Es una evidencia que se es hijo de Él. Hay otra evidencia que solamente el cristiano individualmente puede verificar y le provee el poder para comprobar que permanece en Dios. Es el Espíritu Santo.

“En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu”. 1 Juan 4:13.

Juan el apóstol ha dejado en claro que cuando “nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros” 1 Juan 4:12. El amor mutuo es una marca de parentesco con nuestro Padre celestial. Ahora Juan indica que hay otra marca que tiene el hijo de Dios; es la presencia del Espíritu Santo en su vida. En la vida cristiana el poder para amar y vivir viene de la presencia del Espíritu Santo. Su actividad es continúa pues mora permanentemente en el creyente en Cristo. El Espíritu no ha venido a la vida nuestra por causa de “méritos acumulados” sino porque Dios “nos ha dado de su Espíritu” v.13. El Espíritu viene a morar en el creyente que ha escuchado y creído el evangelio. Jesús prometió el envío del Espíritu antes de ir a la cruz. Se lo reveló a los discípulos que se iba a la casa del Padre y, “os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré” Juan 16:7.

El apóstol ya trató este aspecto de la vida cristiana en 1 Juan 3:24; “el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado”. El texto de cabecera establece el verdadero privilegio de tener la “doble” permanencia. Permanecemos en Él y Él en nosotros en la persona del Espíritu Santo. Dios nos ha comunicado su naturaleza con la cual somos bendecidos y podemos ser bendición para otros.

La presencia del Espíritu es imprescindible para que cumplamos con el propósito del Padre de andar “como hijos de luz (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad)” Efesios 5:8-9. El Padre quiere que sus hijos manifiesten su carácter. El amor de Dios en nosotros nos motiva a demostrarlo a otros y los que son amados lo disfrutan y agradecen a Dios. De esta manera uno anda digno de la vocación con que fue llamado, solícito “en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” Efesios 4:3. ¿Está el amor de Dios en la vida suya? daj

Lectura Diaria:
2 Cronicas 31 [leer]
/Ezequiel 47 [leer]
/1 Juan 1-2:11 [leer]