El amor es como un círculo. Tuvo que inicio en el corazón de Dios. Lo manifestó a nosotros y como recipientes de él, espera que nosotros lo demostremos a otros.


“Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.” 1 Juan 4:21.

En el versículo 20, Juan el apóstol declaró que si alguien dice que ama a Dios y aborrece a su hermano, es culpable del pecado de la mentira. “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso” v.20. Luego Juan usó un argumento lógico para destacar si tal persona no ama a su hermano que puede ver, “¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” v.20. En el texto de hoy, deja en claro que amar al hermano no es una opción, sino un mandamiento. Si la persona ama a Dios, entonces ame también a los hijos de Él. No se puede hacer una distinción, pues Dios ve el ejercicio del amor para con Él y para con los hermanos como un acto inseparable. El amor para con Dios y el odio para con su hermano no pueden coexistir. ¿Acaso pueden coexistir las tinieblas y la luz juntas? Sabemos que es una imposibilidad. Dios nos amó primero y por eso, le amamos a Él y debemos amar a quienes Él ama. Averigüe si en su corazón existe esta duplicidad porque mientras profesa amar a Dios y guardar rencor contra un hermano. Dios llama a los tales “mentirosos”.

Pablo presentó la obligación de amar como una deuda que se paga, “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. Romanos 13:8. La persona salvada por la gracia de Dios ha recibido la capacidad para amar, “porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” Romanos 5:5. El círculo del amor divino comienza en el corazón de Dios, y todo pecador que ha escuchado y recibido el evangelio conoce este amor. Fue este amor que impulsó al Señor Jesús a morir por nosotros, pues “Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” Efesios 5:25. Ahora Dios espera que los que han conocido este amor obedezcan a su Señor para amar como Él. Las prácticas del orgullo, la jactancia, la vanidad no están presentes cuando el mandamiento de amar es obedecido. Si se resiste a cumplir con este mandamiento, el resultado equivale a estar en pie de guerra con Dios, contraviniendo su voluntad.

Lo que dice Juan en su epístola no es nada nuevo. En su evangelio citó a Jesús quien dijo: “éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros, como yo os he amado” Juan 15:12. También, “esto os mando: que os améis unos a otros” v.17. Si cada uno se compara con la vara alta puesta por el Señor Jesús, ¿qué puntaje se saca? ¿Estamos en deuda? ¿Somos obedientes? El amar busca el bienestar del otro. Amamos a los no convertidos pues queremos que entren a disfrutar de la salvación. Amamos a los hijos de Dios porque son nuestros hermanos y en familia, debemos amar mutuamente. ¿Hay el amor de Dios en la vida suya? –daj

Lectura Diaria:
Génesis 1:1-2:3 [leer]
/Job 1:1-2:10 [leer]
/Mateo 1:1-25 [leer]