En el mundo hay personas que anhelan saber con toda seguridad que sus pecados han sido perdonados y cuando esté terminada su vida aquí la tierra, irán al cielo. Dios ha dejado una “escritura” que sirve para contestar toda pregunta.

 

Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios”. 1 Juan 5:13.

 

Los que son dueños de la propiedad en que está situada su casa avaloran la escritura firmada y notariada. En la oficina del Conservador de Bienes Raices u oficina similar, hay una copia del documento. Sirve para dejar constancia de quien sea el dueño de la propiedad, sus deslindes y detalles adyacentes. Es un documento de suma importancia que puede ser ofrecida como evidencia fehaciente en caso que haya un pleito o reclamo referente a la propiedad. Lo escrito tiene valor incalculable, un valor mayor que una palabra hablada. Por miles de años ha habido documentos escritos para establecer ciertos derechos de individuos, indicar preferencias como en un testamento y leyes que rigen en una sociedad.

 

Dios mismo usó este método para enseñar lo que Él esperaba en cuanto al comportamiento de su pueblo. Moisés subió al monte Sinaí para recibir la ley de Dios. “Y las tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios grabada sobre las tablas” Éxodo 32:16. Desafortunadamente el pueblo de Israel cometía el pecado de la idolatría cuando llegó Moisés al campamento. “Ardió la ira de Moisés, y arrojó las tablas de sus manos, y las quebró al pie del monte” v.19. Fue un acto simbólico pues el pueblo quebrantaba la ley de Dios. Dios siguió insistiendo en su ley moral y más tarde Moisés “escribió en las tablas conforme a la primera escritura, los diez mandamientos que Jehová os había hablado en el monte de en medio del fuego, el día de la asamblea” y luego dijo “me las dio Jehová” Deuteronomio 10:4. Los Diez Mandamientos siguen vigentes hasta el día de hoy. El estándar divino que Dios tiene para los seres humanos no ha cambiado. Por causa del pecado en nosotros, nadie es capaz de guardar los mandamientos y por tanto, nos hallamos condenados a sufrir las consecuencias, “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” Romanos 3:23. Sin embargo, el amor de Dios es grande y por eso vino Jesús al mundo. El evangelio anuncia, “palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores” 1 Timoteo 1:15.

 

¿Es posible saber a ciencias ciertas que uno tenga vida eterna? ¿Es posible saber que si acepto a Cristo como Salvador, puedo abrigar la esperanza de estar en el cielo? Juan el apóstol contesta nuestras preguntas en el texto de cabecera: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios” 1 Juan 5:13. Una paráfrasis del texto lo pone de esta manera: “mi propósito en dejar constancia de esto es lo siguiente: ustedes que creen en el Hijo de Dios pueden saber sin duda que tienen vida eterna. Es una realidad y no una ilusión”. 1 Juan 5:13 es nuestra “escritura” que deja establecido que ya tenemos vida eterna por medio de la fe en Cristo Jesús. Esto es el propósito de la Palabra escrita, saber con toda seguridad. Quienes no acepten a Cristo como Salvador serán juzgados ante el Gran Trono Blanco. Juan el apóstol relata: “y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras” Apocalipsis 20:12. El siguiente verso tiene dos partes. ¿En cuál parte está Ud? “EL QUE CREE en el Hijo tiene vida eterna; pero EL QUE REHÚSA CREER en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” Juan 3:36. –daj

 

Lectura Diaria:
Éxodo 1:1-2:22 [leer]
/Salmos 31:1-24 [leer]
/Mateo 27:45-66 [leer]