Somos gente muy comunicativa. Por eso, debemos animarnos para hablar a Dios pues el oído suyo está siempre abierto para escuchar las peticiones de sus hijos.

 

“Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.” 1 Juan 5:15.

 

La mejor forma para describir la época en que vivimos es “la era de la comunicación”. Sea el Internet con email, Facebook o Twitter, o sean los teléfonos móviles o la red fija, tenemos muchas formas de comunicarnos con otros. De hecho, un sobrino instaló un teléfono en nuestro hogar en Chile y desde Canadá nuestros hijos y amigos nos llaman marcando un número local. Apenas sentimos un temblor e inmediatamente prendemos la radio para saber donde estuvo el epicentro. Nos sentiríamos muy solos si no tuviéramos medios de comunicación.

 

Además de comunicarse con amigos en el mundo, el ser humano tiene el gran privilegio de comunicarse con Dios. He aquí una invitación de parte de Él, “Invócame en el día de la angustia; Te libraré, y tú me honrarás” Salmo 50:15. Como ejemplo de eso, Pablo y Silas estaban en una cárcel en la ciudad de Filipos, arrestados por una acusación falsa. En vez de quejarse, “a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían” Hechos 16:25. Desde la cárcel se comunicaban con Dios. En el verso 14, Juan el apóstol habló de la confianza que tenemos en Dios y “si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye”. Cuando hablamos por teléfono, siempre nos aseguramos que hay alguien que nos escucha antes de hablar o informar. La Biblia asegura que cuando oramos, Dios nos oye.

 

Según nuestro texto, sabemos que Dios nos oye. Ninguna palabra dirigida a Él se pierde. Como hijos suyos, poseedores de la vida eterna, Dios nos entiende y se deleita en escuchar nuestra voz. Es posible que pidamos favores que no estén conforme a su voluntad. De todas maneras, nos oye y ya que es omnisciente, sabe que si se concede lo pedido, no sería provechoso. Nos oye y nos contesta, pero la contestación a veces es negativa, o posiblemente tengamos que esperar. El saber que él nos oye es un aliciente para hacer peticiones. No debemos quedarnos mudos si queremos comunicarnos con Dios. En toda comunicación con Él, estaremos buscando siempre lo que esté de acuerdo con su voluntad. Honramos a Dios cuando nos dirigimos a Él. La respuesta siempre será motivo para glorificarle. Cualesquiera que sean las respuestas, demos gracias a Dios y de esta manera le glorificaremos. Lo que sigue en el capítulo nos da a entender que las peticiones del suplicante no siempre son personales sino pueden ser presentadas a Dios a favor de otros. El propósito principal es animarnos a depender de Dios nuestro Padre amado y estar en comunicación con Él. “Pero pida con fe, no dudando nada” Santiago 1:6. –daj

 

Lectura Diaria:
Éxodo 10:1-29 [leer]
/Salmos 42:1-43:5 [leer]
/Hechos 4:32-5:11 [leer]