Cuando uno es llamado a confiar en alguien para ayudar en una tarea, siempre quiere asegurarse que la persona que sea digna de tal confianza. Juan el apóstol da amplia razón para confiar en el Señor Jesucristo.

 

“Éste es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad.” 1 Juan 5:6.

 

Habiendo señalado que los que creen en el Hijo de Dios tienen los recursos para vencer al mundo, Juan el apóstol procede a dejar en claro la identidad Jesús. “Éste es Jesucristo”, declaró. Luego, usando la expresión “agua y sangre”, Juan destaca dos eventos singulares marcando los hitos extremos de la vida pública de Jesús. En primer lugar Jesús fue declarado Hijo de Dios en su bautismo en agua, “pues… él recibió de Dios Padre honra y gloria, (cuando) le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Éste es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia” 2 Pedro 1:17.  Esto ocurrió cuando Juan Bautista bautizó a Jesús en el Jordán y el Espíritu Santo vino sobre Él mientras la voz del Padre declaró su contentamiento con su vida perfecta.

 

El testimonio del Espíritu Santo es importante. Desde el punto de vista humano “aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado;” y luego entra el testimonio del cielo, “y orando, el cielo se abrió, y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia” Lucas 3:21-22. Si Jesús no hubiera sido el Mesías enviado y el Salvador del mundo con una vida perfecta, el Espíritu Santo no habría venido. Dios es santo y no se identifica con nadie ni nada si hay pecado presente. Las palabras de Juan Bautista son significativas, “yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.  Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios” Juan 1.32-33. El Espíritu Santo es el Espíritu de Verdad. Su autoridad es indubitable e infalible. Es suficiente para dejar establecido que Jesucristo es el Hijo de Dios, nuestro poderoso Señor y Salvador.

 

En segundo lugar, Jesús fue atestiguado como Hijo de Dios en su muerte. El mismo hombre encargado de la crucifixión “que estaba frente a él, viendo que después de clamar había expirado así, dijo: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” Marcos 15:39.  Se necesitan ambos testimonios para completar la verdad del Hijo de Dios. Es claro que Jesús fue declarado Hijo de Dios en su entrada a su ministerio público en el bautismo. Además de la declaración del centurión, la resurrección misma nos sirve. Pablo se refirió a Dios y las profecías “acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo,… que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos” Romanos 1:3-4. Tenernos una gran bendición en tener a Jesucristo como nuestro Salvador porque su vida presente en nosotros suministra el poder de vencer el mundo. –daj

 

Lectura Diaria:
Génesis 28:1-22 [leer]
/Job 36:1-37:24 [leer]
/Mateo 15:1-28 [leer]