Se ha dicho en los círculos cristianos que detrás de todo buen hombre, hay una buena mujer. Por cierto las esposas que apoyan espiritual e incondicionalmente a sus maridos son dignas de ser reconocidas y su buen ejemplo sirve a las hermanas de hoy para ser copiado.

 

No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles.” Hebreos 13:2.

 

Cuando Pablo se encontró con Priscila y Aquila en Corinto seguramente disfrutaban de verdadera comunión cristiana. ¿Cómo habría sido escuchar a los tres conversar referente a las Escrituras? ¿Interesante? ¡Sin duda! Compartieron sus días con Pablo cuando él se hospedó en casa de ellos. Trabajaban juntos, pues eran de la misma profesión, la de fabricar carpas. Seguro es que mientras trabajaban, conversarían acerca de las Escrituras y aprovechaban bien el tiempo. Priscila y Aquila aprendieron mucho de Pablo. Pondrían atención cuando les contaba cómo se expandía la obra, y como se convertían judíos y gentiles. También relataría del gozo que sentía con los cristianos que había dejado en cada ciudad, y de como el Señor les guiaba y cuidaba, además de otras noticias. Priscila seguramente empezó a orar por los creyentes esparcidos en los lugares donde el evangelio entró. Estaría consciente de los sufrimientos que soportaban.

 

Corinto era una ciudad con mucha corrupción moral. No obstante aquello, Priscila y Aquila veían con gozo que personas se iban convirtiendo. Ahí se plantó una iglesia. La participación de Priscila y Aquila en la nueva obra en Corinto sería valiosa. Dentro de poco, no se le permitió a Pablo predicar más en la sinagoga. Junto a aquel lugar de reunión de los judíos estaba la casa de Justo, quien invitó a Pablo a seguir predicando en ella. Se supone que la casa de Priscila y Aquila fuera útil en la obra, pues ahí llegarían personas para conversar de sus inquietudes espirituales. Ellos las recibían y les atendían como podían, sin quejarse por el aumento de trabajo que le significaría. En la lucha constante en favor de la expansión del conocimiento del Señor como Salvador, permanecieron fieles. La sensibilidad de esta pareja puesta al servicio del Señor les llevó a no dejar de dar testimonio de su fe.

 

El Señor iba abriendo puertas para que el evangelio se conociera. Siempre el hogar de este matrimonio estaba disponible. Donde estuvieran, abrían su casa para reuniones de hermanos, para hospedar a algunos, y para guiar a otros. En ciudades como Corinto, y más tarde en Éfeso y Roma, el Señor tenía en todo momento una casa, un hogar a su disposición. Los cristianos más nuevos encontrarían en Priscila y Aquila un apoyo. Como  mujer, Priscila mostraría su ternura apoyándolos, aconsejándolos, animándolos, en fin… ¡tantas otras cosas hicieron que agradaban al Señor! Hoy hay hermanas que sirven de igual modo. Proveen hospitalidad a las visitas y están disponibles para recibir a las acongojadas en casa y sobre una taza de té con pan, dan orientación espiritual a la necesitada. Dios conceda que haya muchas hermanas fieles como Priscila. –MER/daj

Lectura Diaria:
Josué 18-19 [leer]
/Isaías 13 [leer]
/1 Tesalonicenses 4 [leer]