En estos días de tanta incredulidad para con el Señor Jesús, pues muchos niegan que sea el Hijo de Dios, es conveniente recordarnos de las muchas evidencias que comprueban su condición de Dios manifestado en carne.
Jesús dijo: “Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo.” Juan 8:28.

Jesús tuvo una interesante discusión con los fariseos. Contestaba sus preguntas y refutaba sus argumentos. Terminó refiriéndose a un evento en el futuro que serviría para comprobar que en verdad él era el YO SOY. Decir “Yo Soy” es más que una expresión para identificarse. Es más bien un nombre que Dios usaba para identificarse a sí mismo. Si Cristo fuera el “Yo Soy”, entonces era Dios. El texto de cabecera indica que los fariseos iban a participar en su crucifixión. Dijo “cuando hayáis (vosotros) levantado al Hijo del Hombre”, y así dejó en claro un evento que los fariseos ni habían soñado. De todos modos, iba a haber pruebas en la crucifixión de que Cristo fue el Enviado del Padre, aunque los fariseos lo negaban.

Cuando el malhechor reconoció su maldad cuando colgaba de la cruz, “dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” Lucas 23:42. Jesús le respondió que aquel día el malhechor estaría con Él en el paraíso. Desde cualquier punto de vista parecía absurdo pedir a un hombre pronto a morir que hiciera un favor para ser incluido en un reino futuro. Los fariseos que habrían escuchado la petición del malhechor y la respuesta del Señor tendrían que reconocer que Jesús no era un mero hombre, sino el “Yo Soy”. Cuando el sol se oscureció al mediodía dejando el mundo en tinieblas, fue otra evidencia que Jesús era el “Yo Soy”. (Lucas 23:45). Tal fenómeno jamás había ocurrido cuando otros morían. La muerte de Jesús fue diferente. Se prolongó la oscuridad por tres horas, y luego brilló el sol sobre la tierra.

Cuando Jesús dijo “consumado es” y entregó su espíritu al Padre, “el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron” Mateo 27:51-52. Jesús entregó su vida, nadie se la quitó, como Él había dicho. El velo roto de arriba abajo y el terremoto que causó la apertura de sepulcros desde donde salieron algunos que habían creído en Cristo, fueron otras evidencias que Cristo era el “Yo Soy”. Jesús había dicho a los fariseos que al ser levantado, ellos conocerían que Él mismo era el enviado del Padre para hacer la obra de redención. Hubo varias formas por las cuales los fariseos tendrían que reconocer que Cristo era Dios. Sabemos lo que pasó con el centurión y otros: “los que estaban con él (centurión) guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios” Mateo 27:54. Dejemos que este cúmulo de evidencias confirme que nuestro Salvador es el “Yo Soy” venido del cielo para darnos vida eterna. –daj

Lectura Diaria:
Ester 2:1-23 [leer]
/Zacarías 12:1-13:6 [leer]
/Apocalípsis 19:1-10 [leer]