“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón” Jeremías 17:9-10

Después de unos 20 años de duro trabajo, Jacob era rico en ganado, pero ya no quería soportar más los engaños de su tío y suegro, quien se aprovechaba de él. Jacob se sinceró con sus dos esposas, contándoles sus problemas. También les reveló que Dios había dicho que regresara a la tierra de su nacimiento (Génesis 31:3). Parece que aquí comenzó a resolverse el problema existente entre Raquel y Lea. Las dos hermanas dieron la razón a Jacob y se unieron a él en contra de su padre. Ambas estaban de acuerdo en irse cuánto antes (Génesis 31:4). Aprovechando la ausencia de Labán que se hallaba lejos esquilando sus ovejas, Jacob, sus esposas y sus once hijos, junto con su rebaño y sus siervos, emprendieron el viaje de regreso a Canaán. Informaron a Labán, quien les alcanzó después de siete días con la aparente intención de pelear con Jacob, pero Dios se lo impidió (Génesis 31:24). Labán se limitó a reclamar la manera en que se habían ido, y demandó la devolución de sus dioses, figurillas que él usaba en su culto personal (Génesis 31:30).

Jacob no sabía que su esposa predilecta, Raquel, los había robado, pues ella los tenía escondidos, sentada sobre ellos. Tan convencido que nadie de su grupo los tenía Jacob juramentó “Aquel en cuyo poder hallares tus dioses, no viva” (v.32). Labán mismo los buscó, y Raquel logró mantenerlos escondidos con la ayuda de una mentira (v.35). No se sabe si ella pensaba adorarlos, pero la ley era que el hijo (o hija) que los poseía tenía derecho a la herencia del padre. Las hijas de Labán se habían quejado de que Labán “se había comido” todo lo que recibió a cambio de darles a Jacob por esposas. Ellas tenían derecho de esperar una parte de le herencia para sus hijos.

Quizás estos dioses traídos de la casa de su juventud daban a Raquel el consuelo de tener algo conocido, algo familiar en su posesión. Pero mientras los tenía, estos objetos contaminaban el servicio de la familia al Dios verdadero. Lo que parecía algo de valor sentimental, de todas maneras era un estorbo para la verdadera adoración, pues su significado era religioso y más que sentimental. Raquel cometió una serie de pecados en este caso, comenzando con el robo, luego la mentira, la idolatría, terminando con la hipocresía. Lo ideal para cualquier esposa es ser como la mujer virtuosa descrita en Proverbios 31:11: “El corazón de su marido está en ella confiado, Y no carecerá de ganancias.” La supuesta “ganancia” de Raquel en realidad fue una pérdida para ella delante de Dios. –daj

(Continúa)

 

Lectura Diaria:
Éxodo 36:1-38 [leer]
/Salmos 89:1-18 [leer]
/Hechos 21:17-40 [leer]