“Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados. Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente” Hebreos 5:1, 7

 

La humanidad que Cristo asumió formó parte de su preparación para venir a ser Sumo Sacerdote. El pasó por el camino del sufrimiento, aunque hay que distinguir en esto aquellos sufrimientos vicarios, redentores, que sólo él ha llevado en la cruz, y que no podemos compartir, y también hay otros dolores que el experimentó por el hecho de la condición humana que asumió, excepto el pecado. El “habitó entre nosotros” (Juan 1) En Hebreos 5:5-10, vemos una preparación del Señor Jesús para llegar a ser Sumo Sacerdote. Un primer aspecto que destaca en este proceso es la oración. Jesús clamó al que le podía librar de la muerte y fue oído, es decir, su oración fue contestada. Es un error grave considerar que lo que Jesús pidió al Padre fue no pasar por la muerte. El pidió ser librado de la muerte, que es muy distinto. La petición del Señor la tenemos señalada en el Salmo 40: 1-2 “Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.” También vemos el anhelo del Señor en el Salmo 16:10 “Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción”. Queda muy claro desde la profecía que la súplica del Señor Jesús era… ¡resucitar! y esa oración fue completamente contestada.

 

Un segundo aspecto a destacar es que El “aprendió”. Nada escapa del conocimiento del Dios omnisciente, pero se colocó en condiciones de dependencia y humillación en que experimentó el dolor y la angustia. Sus dolores fueron reales, porque la vida de Cristo en la tierra no fue una ficción sino una experiencia humana real”. Aprendió a tener hambre, a estar solo, pero lo que destaca en Hebreos es que aprendió la obediencia. No a obedecer sino el costo de la obediencia. Adquirió, por su obediencia, aquella compasión necesaria para participar de toda necesidad del alma humana. Se nos revela que la obediencia de Jesucristo se origina en el hecho de que El reconoció la presencia de la voluntad de Dios en su sufrimiento. Por esa razón, en el Salmo 22 se nos dice proféticamente que el oye al afligido, porque supo lo que es ser afligido, desamparado y abandonado. (Salmo 22:24). Entonces, habiendo sido completados sus sufrimientos y este proceso de preparación, fue exaltado a la gloria.

 

Habiendo logrado la batalla de la cruz, y habiendo vencido la muerte, ascendió al cielo llevando su humanidad y la nuestra en su estado glorificado, al trono mismo de Dios. Su sacrificio perfecto, demostrado en la resurrección, es la garantía de que el es el autor de eterna salvación. ¿Es éste Sumo Sacerdote su Salvador, o talvez, usted estará confiando en un simple hombre para intentar acercarse a Dios? Para los ya cristianos, valoremos aún más a nuestro Señor Jesucristo, quien sufrió la cruz y “fue declarado (saludado, reconocido) por Dios Sumo Sacerdote”, quien se compadece de nuestras debilidades, conoce nuestros sufrimientos pues los experimentó, incluyendo la muerte, y venció. –RC

Lectura Diaria:
Éxodo 33:1-34:3 [leer]
/Salmos 83:1-84:12 [leer]
/Hechos 20:1-16 [leer]