“Todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre” Mateo 12:50

En 2 Pedro 1:10-11, el autor exhorta a todos quienes lean su carta a asegurar o tener certeza de su llamamiento y elección, diligentemente buscando llevar fruto del Espíritu. El apóstol no quiere que nos equivoquemos en este punto. No hay otro camino para alguno que entra en la esfera del reino de Dios, no hay espacio para otra forma de fe excepto la que está prescrita por la palabra de Dios: fe en Jesucristo, solamente fe en aquel que murió por sus pecados”. Bien haría el lector examinar lo que cree y asegurarse de que está en la fe de Cristo a la luz de lo que la Escritura nos enseña.

“Debe ser una fe que está viva – una fe bien ejercida y aplicada” escribió Martín Lutero hace 500 años, respecto de la fe verdadera. El Señor Jesús lo señaló claramente: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. Lo más impactante es lo que Jesús declara en seguida, a quienes argumentan haber hecho cosas en su nombre: “Entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:21, 23)… a quienes le llamaban con familiaridad: “¡Señor, Señor!”. Estas palabras urgen a todos quienes profesan fe en Cristo a asegurarse de que su fe es verdadera. El punto aquí es reconocer el distintivo de un verdadero cristiano según los versículos citados en el encabezado y en el párrafo de Mateo 7. El verdadero cristiano se distingue por ser uno que hace la voluntad del Padre y lleva fruto para Él. Debemos reconocer que esta enseñanza la encontramos a través de toda la Biblia. No somos justificados por mera profesión de fe en Jesús. De hecho, somos muy capaces de honrar a Cristo con nuestros labios cuando nuestro corazón está lejos de Él (Isaías 29:13–14; Marcos 7:6–7).

Cuando somos justificados por fe, sólo entonces viene una verdadera profesión de fe y ésta fe verdadera se manifestará en buenas obras, siempre. Pero no es al revés. La correcta concepción de esto es la siguiente: somos justificados por la fe sola, pero esa fe no queda sola. Luego, ¿buscamos asegurarnos de que estamos en la fe examinando nuestros frutos? Así es, pero no confiamos totalmente en esto para no equivocarnos. El apóstol Pablo más bien pone su confianza en algo más alto, en los méritos y credenciales de Cristo mismo: Porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito –lo que le he confiado– para aquel día (2 Timoteo 1:12). “Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso” (1 Pedro 2:7). El primer paso esencial en la certeza de estar en la fe verdadera es, por lo tanto, determinando qué pensamos de la persona de Cristo. Qué representa Cristo para cada uno de  nosotros. ¿Qué piensa de Cristo el lector? ¿Es verdadera la fe del lector? rc

Lectura Diaria:
Levitico 14:1-32 [leer]
/Salmos 119:1-40 [leer]
/Marcos 4:21-41 [leer]