En Juan 5 el escenario cambia del pozo de Sicar a uno de los muros de Jerusalén, a saber, la Puerta de las Ovejas que se menciona en Nehemías 3:1. Veamos esta historia.

 

En la Puerta de las Ovejas había un estanque con el nombre de Betesda, que quiere decir ‘Casa de Benevolencia,’ el cual contaba con cinco pórticos repletos de minusválidos.

Fue aquí que la benevolencia divina reposo de una manera llamativa sobre la casa de Israel. Existía la creencia de que un ángel descendía en cierta época del año y agitaba las aguas. En estas ocasiones el primero en entrar al estanque quedaría sanado de su enfermedad. Bien podemos imaginarnos cómo se esforzarían todos a entrar, pero de entre aquella multitud, uno solo podría ser sanado cada año. Vendrían con gran esperanza, sólo para marcharse tristes. Y, en nuestros tiempos hay miles que esperan el movimiento de las aguas, pero una esperanza vana caracteriza la religión de muchos. “Paz con Dios, buqué ganarla con febril solicitud, más mis ‘obras meritorias’ no me dieron la salud”. 

La gente se anima con falsas esperanzas en nuestro día, así como hacían aquéllos, ya que la caída naturaleza humana no ha cambiado con el correr de los siglos. Si se hubiera puesto delante de cada uno en aquella multitud la pregunta que Jesús le dirigió al protagonista de nuestro relato, a lo mejor ningún otro hubiera podido contestar como él respondió: “Señor, no tengo con qué…”. Cada cual hubiera protestado que las posibilidades suyas eran tan buenas como las de cualquiera. Pero había uno allí que había gastado treinta y ocho años en esperar, y todavía estaba exactamente donde comenzó.

La respuesta a la pregunta de Jesús “¿quieres ser sano?” (v.6) revela su pobre comprensión de la gracia de Dios y su desesperanza. En vez de responder la pregunta, el paralítico da su particular testimonio y su percepción de cómo Dios actúa. Su única esperanza es un acto sobrenatural intermitente y misterioso por el cual sería sanado quien primero saltase al agua. Este hombre por largo rato ya, ha estado convencido de que Dios opera en base a que “el que primero llega, primero se sirve”. Nada más lejos de nuestro Dios de misericordia y gracia: “A todos los sedientos, venid a las aguas” (Isaías 55:1).

El paralítico de Betesda representa al pecador incapacitado. Así como el paralítico, el pecador perdido no tiene que acercarse a un estanque, sino a una Persona: Jesucristo. Estar sin Cristo es estar sin esperanza (Efesios 2:12, 1 Tesalonicenses 4:13). En la Biblia, un plazo de cuarenta años es el período de evaluación de la raza humana, de manera que este hombre estaba cerca de su última posibilidad. Estaba desesperado. “Al final en desespero, Ya no puedo, dije yo. Y del cielo oí respuesta: Todo hecho ya quedó”. Este hombre era en verdad una tinaja vacía. “Entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo”. Jesús, sin embargo, no discute la pobre teología de este hombre incapacitado. La gracia del Señor interviene y llenó al pobre de una salud no sólo corporal, sino espiritual también: “Has sido sanado; no peques más”.

— de Tesoro Digital — ed RC

Lectura Diaria:
1 Reyes 13:1-32 [leer]
/Jeremías 23 [leer]
/Colosenses 1:21-2:7 [leer]