La historia de Lázaro de Betania es aplicable a todo individuo convertido, en cuanto representa en cada etapa descrita el proceso de la conversión, del paso de muerte a vida.

Ante el sepulcro, Él manda: “Quitad la piedra”. La aplicación es a nosotros los creyentes, ya que, por nuestra manera de andar, somos propensos a ser piedra de tropiezo para los que no son salvos. Que sepamos quitar la piedra y andar sabiamente para los de afuera, de suerte que no seamos tropiezo, “ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia Dios” (1 Corintios 10:32). Ahora, la libertad de Lázaro es figura de dos verdades en Juan; a saber: (1) “Si os libertare, seréis verdaderamente libres” (8:36). (2) “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (8:32). Con la mancha de lágrimas humanas todavía sobre el rostro del Hijo del Hombre, se oye la voz del Hijo de Dios: “¡Lázaro, ven fuera!” Estaba vivo, pero, como primer paso en su libertad, hacía falta quitarle los lienzos que le ataban. Amarrado de cabeza, pies y manos, no podía caminar, oir al Señor, ni servirle.

Vemos en esta primera etapa una ilustración del bautismo del nuevo creyente, la primera de las dos ordenanzas para los creyentes de esta dispensación. Es un símbolo de identificación con la muerte, sepultura y resurrección del Señor Jesucristo. Precede otros pasos en el desarrollo del creyente; quien no ha obedecido con tomar este paso, no entra en la plena libertad de devoción y servicio que el Señor quiere para los suyos, aunque no estamos diciendo que uno en esta condición no puede brillar en testimonio personal.Otro ejemplo es el relato de la experiencia de Israel como figura en Hebreos 11:29-30: “Por la fe pasaron el Mar Rojo … por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días”. Dios no toma nota del intervalo de cuarenta años cuando no anduvieron por fe. Les da pleno crédito por la caída de Jericó, una vez cruzado el Jordán, pero no reconoce en Hebreos lo mucho que habían hecho antes.

La orden dada en Mateo 28:19-20 es a hacer discípulos (por medio de la evangelización), bautizar y enseñar. Esta enseñanza conducirá a una libertad mayor aún, que es la adoración en la cena del Señor. Liberado ya de las vendas, encontramos a Lázaro sentado a la mesa con Jesús (12:2). El ciego que recibió la vista en el capítulo 9 tomó su lugar afuera, en separación (9:35) “y adoró”. Pero el caso de Lázaro es mejor. Tomó su lugar adentro, cual adorador en estrecha comunión con su Señor.

 

de Tesoro Digital – ed RC

Lectura Diaria:
1 Reyes 17 [leer]
/Jeremías 29 [leer]
/Filemón [leer]