Hay diferentes transformaciones que ocurren en la naturaleza diariamente. Hay transformaciones que los artesanos hacen con materiales que usan para crear objetos de valor. Hay transformaciones que las empresas de construcción logran con la maquinaria y herramientas existentes. Dios también quiere hacer transformaciones en la vida de sus hijos. El modelo que usa es el Señor Jesús para transformarnos progresivamente para que reflejemos las virtudes de Él en nuestra vida.

 

Nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.” 2 Corintios 3:18.

 

Una hermana en la fe sufría dolores en su espalda y el doctor le ordenó a quedarse en cama por una semana. El descanso forzado dio buenos resultados y luego pudo caminar y trabajar igual que antes. De ser una mujer con problemas para caminar, fue transformada en una mujer ágil otra vez. Pero ocurrió otra transformación en la vida de ella en ese mismo lapso de tiempo. Ya que le gustaba leer, aprovechó bien el tiempo de quietud para leer varios libros sobre temas bíblicos. La buena enseñanza bíblica ponía un espejo frente a ella y descubrió ciertas falencias en su proceder como creyente en Cristo. Las confesó al Señor con el firme propósito de cambiar su actitud en el futuro. Fue un tiempo crucial en su desarrollo espiritual. Avanzó un poco más en el proceso que el Espíritu Santo hace mientras transforma al creyente de gloria en gloria en la misma imagen del Señor Jesús. La transformación es un cambio progresivo en nuestra forma de ser para que se vean aquellas virtudes que Cristo quiere reproducir in nosotros.

 

Pedro, Santiago, y Juan fueron llevados por el Señor Jesús a un monte alto. De repente Jesús “se transfiguró delante de ellos” Mateo 17:2. “Resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz”. Vieron a Jesús totalmente cambiado a lo que le habían conocido abajo en la planicie. De repente, “aparecieron Moisés y Elías” hablando con Jesús, v.3. Ellos no sabían que iban a encontrarse con dos personajes destacados de otros siglos. El tema que trataban con Jesús era “su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén” Lucas 9:31. La maravillosa experiencia terminó abruptamente cuando Pedro sugirió algo que, de llevarse a cabo, habría puesto a Jesús en el mismo nivel de Moisés y Elías. Desde el cielo, y mientras las palabras estaban en la boca de Pedro, el Padre intervino para enseñar una lección importante. “He aquí una voz desde la nube, que decía: Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd” Mateo 17:5. Fue un momento de una gran transformación en el entendimiento de los tres discípulos. Aprendieron que Jesucristo es Único y no se debe ponerle a Él en el mismo nivel donde están los otros.

 

Hay momentos en la vida cuando Dios nos lleva aparte para enseñarnos lecciones importantes. Usó el tiempo de una mujer en cama descansando, para transformarla. Usó le subida a un monte alto para transformar a los discípulos. De ella Pedro escribió años más tarde, “Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo” 2 Pedro 1:18. El monte de la transfiguración fue un monte santo para Pedro cuando él fue transformado. Nuestra transformación puede ocurrir cuando contemplamos al Señor Jesús reflejado en el espejo de la Palabra de Dios. Al tomar tiempo en forma diaria para aprender de Cristo, el Espíritu Santo hace su obra de transformarnos. –daj

 

Lectura Diaria:
Jueces 7:1-25 [leer]
/Isaías 28:1-29 [leer]
/1Corintios 7:1-40 [leer]