De todos los artículos prestados a Jesús, Él no se quedó con ninguno. Los usó y los devolvió. Así ocurrió con la tumba que José de Arimatea prestó y la recibió de vuelta tres días después.

 

Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.” Lucas 23:46.

 

Jesús encomendó su espíritu al Padre. Impresionado por la forma en que Jesús murió, el centurión hizo una confesión de fe. No hubo largas horas de agonía como era normal con los crucificados, v.47. Los de la multitud “que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho” Lucas 23:48. No era para menos. Todos los conocidos de Jesús “y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas” v.49. Parece que nadie quería moverse; nadie sabía qué hacer, pues ahí estaba el Señor colgando muerto en la cruz.

 

La séptima cosa mencionada en el evangelio de Lucas como prestada a Jesús es la tumba. José de Arimatea quiso hacer una atención al Señor por amor, no sabiendo que sería devuelta tan luego. José de Arimatea era miembro del concilio, y era “varón bueno y justo” v.50. Cuando el Sanhedrín había votado para entregar a Jesús para ser crucificado, José “no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos” v.51. José esperaba el reino de Dios, y seguramente había cifrado sus esperanzas en Jesús. Debido a su posición de importancia, José tenía acceso a Pilato a quien “pidió el cuerpo de Jesús” v.52. Tuvo un solo propósito, darle sepultura digna después de tanta indignidad vertida sobre el Maestro. “Y quitándolo, lo envolvió en una sábana, y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual aún no se había puesto a nadie” v.53. Fue un regalo que José dio a Jesús, pero dentro de tres días, la tuvo de vuelta sin que ella fuera contaminada pues el cuerpo de Jesús no vio corrupción por la perfección que hubo en Él.

 

Sin que José y su compañero Nicodemo se dieran cuenta, cumplieron una profecía acerca del Mesías. Isaías profetizó que “se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte” Isaías 53:9. Con este gesto, José contribuyó a la larga lista de evidencias que comprueban que Jesús fue el Mesías prometido años antes. José dejó en claro delante de la autoridad y de la multitud que Jesús de Nazaret era su Salvador. ¡Con que gozo habría recibido la noticia el primer día de la semana que Jesús había resucitado! ¡Jesús jamás necesitaría la tumba otra vez pues estaba vivo para siempre! El corazón que está dispuesto a entregar lo suyo a Jesús para honrarle, siempre es recompensado de una manera u otra. José se destaca por su devoción al Señor Jesús y su deseo de honrarle cuando la mayoría le había escarnecido. Se necesitan hoy a más discípulos como José que desean honrar al Señor Jesús. Y nosotros, ¿honramos al Señor en nuestra forma de ser? –daj

 

Lectura Diaria:
Deuteronomio 18:9-19:21[leer]
/Joel 1 [leer]
/Lucas 11:37-54 [leer]