Dedicarse a Dios para servirle es un privilegio que todo hijo de Dios debe ejercer. Consagrar nuestro cuerpo para que Dios sea glorificado por ello es llamado nuestro culto racional.

 

“… Os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” Romanos 12:1

 

¿Ha tomado tiempo alguna vez para pensar en las múltiples evidencias de la misericordia de Dios para con su persona? El hecho de vivir en este mundo se debe a su misericordia, pues “por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias” (Lamentaciones 3:22). Pablo apeló a los cristianos en Roma a considerar las misericordias de Dios y al darse cuenta de ellas, presentar sus cuerpos como instrumentos de justicia. Es calificado como un acto de adoración: “es vuestro culto racional”.

 

Algunos llaman este acto una entrega total al Señor, o consagración. Otros lo presentan como llevar su cruz, o morir a la carne. Llámese lo que quiera, quien lo haga se está sometiendo al impulso del Espíritu Santo que mora en cada creyente en Cristo Jesús. Pero hay muchos que restan importancia a este acto de entrega porque no toman en cuenta el trato misericordioso de Dios a ellos. Ignoran el carácter de Dios como justo y a la vez amoroso. Esto les lleva a restar importancia a la exhortación. Es necesario entender lo que Dios desea de nosotros. No quiere que seamos conformados a los valores del mundo, sino ser transformados “por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).

 

Responder al llamado de presentar nuestros cuerpos en sacrificio santo a Dios significa confiar plenamente en Él y en su sabiduría y poder para sostenernos. Si sus misericordias han sido múltiples en el pasado, no hay que dudar del futuro pues “Bueno es Jehová para con todos, Y sus misericordias sobre todas sus obras” (Salmo 145:9). Dios sabe todo de nosotros; “has escudriñado mi andar y mi reposo, Y todos mis caminos te son conocidos” (Salmo 139:3). Es un consuelo en la vida de los que han sufrido alguna tragedia en su vida, pues Dios dice: “…yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.  Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros, dice Jehová” (Jeremías 29:11-14a). En tales circunstancias, ¿cómo podemos negarnos a entregarnos a Dios en un acto de adoración? El merece todo de nosotros. –daj

 

Lectura Diaria:
Levitico 24:1-23 [leer]
/Salmos 137:1-138:8 [leer]
/Marcos 9:33-50 [leer]