Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” Juan 14:6.

 

La simpática historia de Zaqueo siempre llama la atención. Era hombre de baja estatura que cuando quiso ver a Jesús, le significó un gran problema. ¡No podía ver a Jesús! Había personas más altas que él que le bloqueaban la vista. Siendo hombre inteligente, ideó un plan ingenioso. Sabía de un árbol sicómoro precisamente al lado del camino por donde iba a pasar Jesús. Encaramándose en él, se instaló entre el follaje para conseguir su objetivo: ver a Jesús. Al parecer pensaba pasar inadvertido allá arriba. Pero, ¡Sorpresa! Jesús se paró al pie del árbol y llamándole por su nombre, le ordenó: “Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa” Lucas 19:5. Zaqueo quería ver a Jesús; pero Jesús quería verle a él y conversar con él en su casa.

 

Fue un día memorable para Zaqueo, el día en que Jesús entró en su casa. Más que eso, entró en su vida y Zaqueo se convirtió en discípulo del Salvador. ¿Acaso en los días y meses siguientes, volvería al árbol para recordar su experiencia tan singular cuando Jesús le llamó? El día de la conversión de cualquier hijo o hija de Dios es una experiencia tan especial que no hay día que se pueda comparar con él. Es un día en que el rumbo de su vida cambia de destino y la persona es hecha una nueva criatura en Cristo y ciudadana del cielo.

 

El domingo 15 de Febrero, 1942 fue un día memorable para un chico de nueve años. Acompañó a sus padres a la Cena del Señor en la iglesia donde asistían. En la tarde volvieron para estar presentes en la Escuela Dominical, y en la noche estuvieron presentes para la predicación del evangelio. El chico, ahora hombre, no se acuerda quien fuera el predicador aquella noche, pero su mensaje le dejó preocupado. La ciudad de Winnipeg, Canadá es una ciudad fría en Febrero. La temperatura normalmente marca entre 20 a 30 grados bajo cero en esta época. Ese domingo en 1942, toda la familia se volvió a casa caminando cuatro largas cuadras sobre la nieve. Llegados al calor de la casa, el niño y sus hermanas se acostaron. El niño no pudo dormir porque sabía que a pesar de ser salvos papá y mamá, esto no significaba que él fuera salvo a través de ellos. Tenía que aceptar a Cristo por sí mismo. Llamó a la mamá quien le dijo que se durmiera, pero algo en su voz le hizo entender que hubo algo que le preocupaba. La madre subió al segundo piso y preguntó qué pasaba. Dijo el niño, “mami, quiero ser salvo”. Palabras tan dulces son bienvenidas a los oídos de una madre cristiana. Buscó su Biblia y abriéndola en Juan 14, le enseñó la necesidad de reconocerse pecador y valerse de lo que Cristo hizo en la cruz. Le mostró que Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” Juan 14:6. Pronto el niño entendió que personalmente necesitaba ejercer fe, y arrodillado al lado de su cama, con lenguaje sencillo, confesó su necesidad de ser salvo y aceptó a Cristo como su Salvador. Seguramente Zaqueo se acordó  del día de su conversión y hoy, este 15 de Febrero en el aniversario 71 de su conversión, el autor de esta meditación se acuerda del día tan grande que no puede olvidar. Gracias a Dios por su don inefable. –David A. Jones

 

Lectura Diaria:
Exodo 5:1-6:13 [leer]
/Salmos 35:1-36:12 [leer]
/Hechos 2:1-21 [leer]