El desdén hacia las cosas del Señor que se ve en la sociedad de hoy no es nada nuevo. En todas las generaciones así resulta. Lea de libertador que trajo paz a los Israelitas, figura de Cristo que puede traer paz en el día de hoy.


“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” Juan 16:33

El gran caudillo Josué entregó al pueblo excelentes consejos y advertencias solemnes antes de morir, “ahora, pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad;… escogeos hoy a quién sirváis;… yo y mi casa serviremos a Jehová” Josué 24:14-15. El pueblo le dijo: “a Jehová serviremos” v.21. Por un tiempo lo hicieron pero “se levantó otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que él había hecho por Israel. … (e) hicieron lo malo ante los ojos de Jehová,… Dejaron a Jehová el Dios de sus padres” Jueces 2:10-12. Hoy día pasa algo similar en nuestra sociedad pues el temor a Dios practicado por los padres no se ve en los hijos. Los abuelos tenían conciencia de un Santo Dios en el cielo ante el cual tenían que dar cuenta. Hoy día, los nietos invocan el nombre Dios usando vanas expresiones que revelan un gran desprecio hacia su Creador.

La historia tiende a repetirse y cada época comienza con buenas aspiraciones que luego se olvidan. Los seres humanos siguen su rumbo pecaminoso y cuando la situación se empeora hasta tocar fondo, de repente se alarman y buscan alguna forma de recuperar lo perdido. Es lo que pasó al pueblo de Israel después que la generación de Josué “fue reunida a sus padres” Jueces 2:10. El pueblo cometió idolatría y “se encendió contra Israel el furor de Jehová, el cual los entregó en manos de robadores que los despojaron, y los vendió en mano de sus enemigos de alrededor; y no pudieron ya hacer frente a sus enemigos” v.14. Dios permitió que su pueblo que una vez gozaba de su protección fuera reducido al estatus de tributarios ante Cusan–risataim rey de Mesopotamia. Su nombre significa “doblemente cruel” v.8.

Por ocho años los israelitas sufrieron. En su condición de oprimidos, clamaron a Jehová, quien por misericordia levantó un libertador y los libró de ser dominados por un rey cruel. Usó a Otoniel, hermano menor de Caleb para la tarea (Jueces 3:9). No sabemos cuáles fuesen las reformas que introdujo entre el pueblo, excepto logró vencer al rey de Mesopotamia “y reposó la tierra cuarenta años” v.11. Dios continúa con su oído puesto para sentir los clamores de los oprimidos. El diablo es un amo cruel, y el pecado trae sus consecuencias. Nuestro Libertador es el Señor Jesús quien participó de carne y sangre, “para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” Hebreos 2;14-15. Otoniel consiguió cuarenta años de tranquilidad para los israelitas. La libertad que tenemos en el Señor Jesús no tiene fin; es eterna. El Señor Jesús es el Príncipe de Paz y nos dice “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”. Juan 16:33 –daj

Lectura Diaria:
Éxodo 30:11-38 [leer]
/Salmos 78:32-72 [leer]
/Hechos 18:1-23 [leer]