“Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero” Juan 6:40.

El Señor Jesús ha alimentado a cinco mil hombres, se ha ido, la gente le ha buscado y le ha encontrado al otro lado del mar. En Juan 6 hay una conversación en la que el Hijo de Dios les hace ver que en realidad ellos no están buscando las bendiciones espirituales que él les pueda entregar sino más bien buscan la satisfacción material, inmediata y limitada. “De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis” (Juan 6:26).

El señor tiene claro que, pese a todo el aparente esfuerzo de la gente, en realidad ellos no creen en él. No hay fe sincera y verdadera en su persona como el Hijo de Dios y desconocen las bendiciones que él puede dar. En los versículos 40 y 54 de Juan 6, el Señor les resume lo que puede hacer por ellos: él les puede dar la vida eterna, comunión inmediata e imperecedera con el padre y con él mismo en un nuevo estado que no se interrumpirá con la muerte física: (Juan 17:3). Aun para esta muerte física, al que cree en él, el Señor les anuncia su divino remedio: “y yo le resucitaré en el día postrero”. Es interesante ahora comparar los dos versículos  y establecer las tres analogías o los tres pares que se hacen evidentes: primero, “todo aquel que ve al hijo y cree en él” (v. 40) – “el que come mi carne y bebe mi sangre” (v. 54); segundo, “tenga vida eterna” (v. 40) – “tiene vida eterna” (v. 54); tercero, “y yo le resucitaré en el día postrero” (v. 40) – “y yo le resucitaré en el día postrero” (v. 54). La lectura atenta de este párrafo nos muestra lo que el Señor está intentando hacer con sus auditores, lo evidente que es que Jesús está hablando del mismo tema y de la misma bendición que está disponible para los que creen en él. Él les da vida eterna a los hombres, él quiere que tengan la vida eterna, él ha venido para eso, es su tema y la razón de su venida al mundo (Juan 3:16, 5:24, 6:47, 10:28). Además, él es el único que puede concederla por medio de la muerte que habría de padecer en la cruz: “el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo” (Juan 6:51).

¿Puede el lector comprender las palabras de Cristo? Creer en el Hijo de Dios implica verle, considerarle y recibirle por completo, de ahí que él use la analogía “comer su carne y beber su sangre”, porque ha dicho “mi Padre os da el verdadero pan del cielo, porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo” (Juan 6:32-33). Uno no come cualquier cosa, uno mira y considera lo que se va a servir. Los hombres inmediatamente tomaron sus palabras desde un punto de vista material y físico, equivocando una vez más el sentido de sus palabras: “Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?” (Juan 6:52), mas el Señor les explica con paciencia. Esta es la salvación: al contemplar las perfecciones de Cristo, el amor de Dios manifestado en él, lo que él ofrece gratuitamente al hombre y la esperanza cierta de la resurrección de la muerte para los creyentes,  el individuo necesitado, pobre espiritualmente, arruinado por el pecado, ve a Cristo y le recibe como su salvador, “come y bebe” de la provisión del Señor. ¿Ha creído el lector en el Señor Jesús?, pero debe comer, no “probar”, no “degustar”. Refiriéndose a este mismo pasaje, dice Agustín de Hipona: “crede et manducasti” – “cree y has comido”. Reciba a Cristo como su Señor y salvador. rc

 

Lectura Diaria:
Exodo 4:1-31 [leer]
/Salmos 34:1-22 [leer]
/Hechos 1:1-26 [leer]