“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, … nos dio vida juntamente con Cristo … y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús” Efesios 2:4-7

De un orfanatorio ubicado en un país de Europa Oriental, los esposos David y Bonnie Jacobs adoptaron cuatro niños. La pareja gozaba de una situación holgada que les permitió solventar todos los gastos durante once meses de negociación. Los niños habían conocido la pobreza y habían mendigado para sobrevivir. Llegó el momento cuando junto a sus nuevos padres volaron a Norteamérica. Después de diez horas en el avión, llegaron a Atlanta, y tenían que esperar dos horas antes de tomar el vuelo siguiente. Permitieron que los niños jugaran en el terminal. Uno de los chicos se acercó a un hombre que tomaba agua, y con un gesto pidió algo con la mano extendida. David Jacobs se horrorizó cuando el hombre pasó una moneda al chico. No era necesario para el niño hacer esto, pues en la nueva familia a la cual había entrado, el padre disponía de todo lo que necesitaba, sin que tuviera que pedir a otros. Su nuevo padre le daría todo lo que era conveniente.

¿Acaso los hijos de Dios se dan cuenta de las riquezas de su padre celestial? El provee de sus riquezas para nuestras necesidades, sin embargo cuántas veces parecieran los cristianos extender la mano al extraño, al que no es el Pastor de las ovejas. Que podamos confiar en la provisión de nuestro Padre celestial, el que provee toda buena dádiva (Santiago 1:17). daj/rc

Lectura Diaria:
2 Reyes 19 [leer]
/Jeremias 52 [leer]
/1 Timoteo 3 [leer]