“¿Qué a ti?, Sígueme tú” Juan 21:22

Las experiencias personales producen reacciones diferentes según el carácter y estado espiritual de los seres humanos. Con respecto a lo que hemos considerado en los días previos, podríamos presuponer las respuestas que otros –nosotros–habríamos probablemente evidenciado. Por ejemplo, frente a un mínimo compromiso de alguien para con otro, el solo atisbo de atraso en su cumplimiento produce impaciencia, inquietud, desasosiego y la presión por obtenerlo pronto. Aun los creyentes, sabiendo de la presencia del Señor en la vida, de su voluntad y soberanía, caen en la simplificación de las circunstancias, se establecen rápidamente explicaciones y conclusiones se sacan con respecto de lo que pasó o no pasó, de porqué tal o cual está pasando por esta situación, de porqué me pasa esto, de que tal vez “Dios se olvidó de mí”.

Piense el lector en la experiencia de José. De muy joven tiene dos sueños que generan resentimiento y desprecio en sus hermanos: él sueña que el sol, la luna y doce estrellas se inclinan ante él. Antes había soñado lo mismo con la figura de manojos después de la siega (Génesis 37:6-9). Notemos que la interpretación correcta no la hace él mismo sino su familia:  “¿Qué sueño es éste que soñaste? ¿Acaso vendremos yo y tu madre y tus hermanos a postrarnos en tierra ante ti?” (Génesis 37:10), pero todo parece ir mal para José a poco andar (ver Génesis 37). Es tomado y encerrado por sus hermanos, vendido a unos mercaderes como esclavo y llega como tal a la casa de un oficial del faraón en Egipto. Allá, Dios le prospera inicialmente, pero justo cuando pudiera sentir que está estabilizándose en su vida, viene un golpe devastador. Es acusado de acoso por la esposa de su amo y echado en la cárcel. Injustamente acusado, calumniado sin posibilidad de defensa, José cae en esta situación justamente después de haber sido obediente e íntegro delante de Dios.

¿Acaso no podría el haberse quejado? Algo así como “yo me he portado bien, y miren cómo me paga Dios” o cosas por el estilo. Nada de eso ocurre con José. Pasan los años y es prosperado en la cárcel. Allí, demuestra su integridad y fe en Dios y tiene que esperar que una situación ocurrida a faraón mismo haga que su nombre sea recordado y salga de la cárcel, ahora de manera honrosa (Génesis 39-41). Sin embargo, el hombre natural tiende a pensar una vez más “¿Ven?, como José se portó bien, al final Dios le recompensó”. ¿Es así realmente como actúa Dios? en el verso del día vemos clara mente una enseñanza que haremos bien en recordar siempre. Lo que ocurra en nuestra vida depende única y absolutamente de Dios, de su voluntad soberana y eterna. Para el no salvado, las circunstancias tienen cono objetivo llevarle a Dios (Salmo 90:3). Para el creyente, en lo global para traer gloria a Dios, para acercarle más a Dios, a pesar de que no veamos en el corto plazo su propósito perfecto. Miremos las cosas de arriba para no perder el norte, pongamos la mira no en las cosas temporales ni en las de la tierra (Colosenses 3:2). “No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2Cor 4:18) rc

 

Lectura Diaria:
Números 16:1-40 [leer]
/Proverbios 13 [leer]
/1 Pedro 5 [leer]