La fe puesta  en Dios mismo y lo que dice está esencial para disfrutar de las bendiciones celestiales. Los héroes de la fe mencionados en Hebreos 11 lograron sus hazañas coniando en Dios. Es bueno considerar el tema.

 

Por la fe” Hebreos 11:3, 4, 5 etc.

 

De los personajes mencionados en Hebreos 11 hemos aprendido que la fe conlleva no recibir en este mundo lo que se espera. Esto no es un trato desleal de parte del que ha prometido, sino todo lo contrario. Su realización está asegurada, pero en la visión cortoplacista tan propia del ser humano, el creyente en Cristo cae muchas veces en decepción o desazón. De alguna manera, se espera ser recompensado o retribuido a corto plazo por haber creído en Cristo. Como si Dios nos debiera algo a cambio de haber creído en él. El que no cree funciona a un nivel mucho más bajo aún, espera que si se “porta bien” Dios le bendecirá, y si se “porta mal”, Dios le castigará.

Este cristianismo de causa-efecto no existe en la Escritura. El Dios de amor ofrece al pecador arruinado, perdido en delitos y pecados, camino a la condenación eterna, la salvación. De pronto, hay esperanza, hay la posibilidad –la única—de escapar de la justa condenación, y la persona de Cristo brilla en su esplendor en la cruz, el sustituto perfecto, el Dios hecho hombre pagando por los pecados del ser humano que no tenía posibilidades. El pecador acude a Cristo y recibe por la fe el don de Dios, la vida eterna, la salvación. ¿Qué nos debe Dios? Hemos de aprender que la seguridad y certeza de lo que se espera será efectivamente real en la vida futura, ya en la presencia de Dios, en lo que se ha denominado como “el estado eterno”, cuando esté “sosegada toda tempestad” como lo escribió poéticamente G.M.J. Lear, “en la casa de Dios, en el cielo”, dice el himno.

Hebreos 11 nos declara una y otra vez “por la fe”, “por la fe”, y esta no es una frase abstracta, al contrario, nos dice muchísimo. Miremos sólo un caso de la lista: “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia” (Hebreos 11:8). Abraham salió con la certeza y convicción de esa herencia… y nada más. ¿Salió engañado? No. ¿Salió detrás de una ilusión? Jamás. Salió “Por la fe, sin saber a dónde iba”, por la fe que en su esencia le decía que él tenía esa herencia y que en algún momento la recibiría. En el intertanto, él disfrutó a Dios, de su compañía, de su amistad, de su presencia y la expectación por esa herencia terrenal, por la tierra prometida–si es que la tuvo—se desvaneció en el tiempo a medida que predominaba la fe y se le revelaban verdades espirituales, a medida que degustó los más excelentes tesoros que vienen con las experiencias de comunión con el Dios eterno, al punto de desear estar en aquella patria celestial (Hebreos 11:9, 10, 14). Pienso que Abraham entendió que la posesión territorial que Dios le prometió en este mundo, él no la iba a recibir mientras viviera. De alguna manera Dios lo haría, pero no importaba tanto desde el momento en que no era su prioridad. Además él creía en la vida eterna (Hebreos 11:19). “Dios se proveerá” (Génesis 22:8) revela que Abraham sabía que de alguna manera Dios hace que las cosas se ejecuten como él quiere, para su gloria y para el beneficio de los suyos. “Por la fe Abraham…” nos enseñe que hemos de confiar en Dios, servir al Dios vivo y esperar de los cielos a su hijo… a Jesús (1 Tesalonicenses 1:9-10). Al contrastar la fe de estos justos con la nuestra, ¿podemos decir realmente que tenemos fe? ¿Vive el lector por la fe?  rc

 

Lectura Diaria:
Números 15 [leer]
/Proverbios 12 [leer]
/1 Pedro 4 [leer]