Una conversación iniciada por un joven a una mujer religiosa no produjo mucho intercambio de pensamientos. La respuesta a una pregunta final acerca del significado que tenía la muerte de Jesús en la cruz por ella dejó muchos incógnitas.

 

“Con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” Romanos 10:10.

Un joven cristiano viajaba en un bus y tenía su Biblia abierta delante de sí. Siempre estaba dispuesto a conversar con quienquiera estuviera a su lado. El bus estaba por salir y el asiento quedaba desocupado y pensó haría el viaje de dos horas sin tener a nadie al lado suyo. De repente abordó la máquina una dama canosa cuyas vestimentas dejaban ver que era una religiosa. El joven oraba a Dios buscando sabiduría para entablar una conversación con la mujer cuya vida había sido dedicada a las actividades religiosas. Ella reveló que iba a la ciudad de Saskatoon, Canadá, para participar en un congreso. Parecía que la mujer no tenía muchos deseos de conversar aunque el joven trató de introducir el tema de la salvación a través del Señor Jesús. La ciudad de destino se veía en el horizonte. El joven quiso dejar en claro que para él la muerte del Señor Jesús en la cruz fue el medio por el cual Dios hizo posible que tuviera el perdón de pecados. No había mucha reacción de parte de ella y él prosiguió, mencionando la sepultura y la resurrección del Señor Jesús, terminando su corto testimonio diciendo: “y por eso, gozo de la vida eterna a través de Cristo mi Salvador”.

Siguió el viaje sin que la religiosa intercambiara muchas palabras con el joven. Sintiendo que el tiempo restante del viaje iba a ser corto, el joven preguntó a la mujer, “¿Qué significa para Ud. la muerte de Jesús en la cruz?” Hubo un tiempo prolongado de silencio y parecía que ella meditaba en la pregunta sin hallar respuesta. Se preparaba para bajarse del bus cuando ella dijo al joven, “para mí, la muerte de Jesús nos enseña cómo debemos morir”. Con esto, se levantó diciendo “hasta luego” y se fue. Su respuesta dejó muchas incógnitas. Pareció que la mujer cabía entre los aludidos por Pablo cuando dijo: “si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Corintios 4:3-4).

Para los que somos salvos, el evangelio es tan sencillo. Sin embargo, cuando presentamos el evangelio a nuestros prójimos, quedamos sorprendidos ante los que escuchan y no entienden. Por cierto el diablo no quiere que crean. Jesús mismo se enfrentó con la misma situación. Dijo: “hay algunos de vosotros que no creen” (Juan 6:64). Si Dios manda a todos los hombres en todo lugar a creer, los que no lo hacen están en desobediencia. Por eso, para los que pecaren “voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados” (Hebreos 10:26). El único sacrificio que puede salvar es el que ofreció Jesús de sí mismo en la cruz y fuera de él no hay salvación. Si a Ud. fuera hecha la misma pregunta que el joven hizo a la religiosa, “¿Qué significa para Ud. la muerte de Jesús en la cruz?” ¿Cómo contestaría? Muchos contestaríamos que por medio de ella, mis pecados han sido borrados y tenemos vida por su resurrección. Es verdad lo que escribió Pedro el apóstol, “para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso” (1 Pedro 2:7). ¿Y para Ud. también? –daj.

Lectura Diaria:
Levitico 13:24-59 [leer]
/Salmos 118:1-29 [leer]
/Marcos 4:1-20 [leer]