Nunca nos cansamos de hablar de la gracia del Señor Jesús y su constante búsqueda de pecadores, no importando su raza o su condición social o moral. Por eso, el encuentro de Jesús con la mujer de Samaria resultó en muchas conversiones a Él como Mesías.

 

Jesús “salió de Judea, y se fue otra vez a Galilea. Y le era necesario pasar por Samaria. Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José. Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta”Juan 4:3-6.

 

En la casa de una mujer en la ciudad de Sicar, se produjo la necesidad de ir a buscar agua para sus quehaceres diarios, sin sospechar de lo que le iba a acontecer. Se iba a topar con un extraño desconocido que sabía todo acerca de ella. Este desconocido nunca había pisado las calles de su ciudad, y menos había golpeado la puerta de su casa. Los familiares y los demás conciudadanos de ella tampoco habían visto a este extraño, pero cuando le conocieron por primera vez, se dieron cuenta de que durante toda la vida habían estado esperando su llegada. Fue un día especial para todos. Los detalles insólitos del evento se juntan para confirmar que Dios estaba en su medio. El hombre había llegado a sus contornos sin invitación previa de parte de ellos. Menos habría sido invitado por una mujer cuya condición social y moral dejaba mucho que desear. Es un caso especial para hacernos reflexionar sobre el corazón de Dios y su incansable búsqueda de pecadores.

 

En una sola parte de la Biblia se relata la historia conocida como Jesús y la mujer samaritana. Es importante saber que la gente samaritana y la gente judía no tenían trato entre sí. Había algunos tolerantes entre los judíos, pero por norma general, los judíos evitaban todo contacto con este pueblo que era considerado mestizo y, por lo tanto, para ellos no eran judíos “puros”. Años antes se habían emparentado con gente de otras naciones perdiendo así a los ojos de los judíos su calidad de “raza pura”. Con su rechazo a los samaritanos, los judíos practicaban la discriminación racial. Historiadores cuentan de algunos judíos que consideraban que habían sufrido contaminación visual si sus ojos hubiesen visto a un samaritano. Algunos cubrían el rostro para evitar el tener que verlos. Pero, esta aberración cultural no era compartida por el Señor Jesús. El es el extraño que llegó a las afueras de la ciudad de Sicar y entabló una conversación con una mujer de la misma ciudad samaritana. En esta conversación Jesús se reveló a sí mismo como el Mesías enviado, el Hijo de Dios. La conversación sirvió para revelar a la mujer su deplorable condición de pecadora delante del Santo Dios.

 

La historia se halla en el evangelio de Juan, capítulo 4. En la conversación con la mujer samaritana Jesús reveló el corazón de Dios mismo que quiere salvar a todos para que sean hijos e hijas de Él. No solo tuvo Jesús interés en el bienestar espiritual de esta mujer, sino también en sus conciudadanos y en nosotros también. Gracias a Dios por su inmenso amor que podemos experimentar a través del Señor Jesús. ¿Lo ha experimentado Ud.? (Continuará) –DAJ

 

Lectura Diaria:
1 Cronicas 2 [leer]
/Ezequiel 3:16-4:17 [leer]
/2 Timoteo 4 [leer]