Comenzó como una petición sencilla a una mujer que había llegado a un pozo para sacar agua y de un varón sentado allí quien dijo, “Dame de beber”. De ahí la conversación iba desarrollándose hasta que la mujer se diera cuenta que conversaba con el Mesías. Le ofreció “agua viva” y ella aceptó. Luego llamó a sus conciudadanos a recibir la misma y un gran número vino para conocer a Cristo. Les había hecho UNA VISITA DE BENDICIÓN.

 

Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días.” Juan 4:40.

 

El Señor Jesús quiso despertar en la mujer samaritana el deseo de beber del agua viva que él tenía para ella. Dijo “Si tu conocieras el don de Dios, y quien es el que te dice, dame de beber, tú le pedirías, y él te daría agua viva” Juan 4:10. La mujer no sólo era ignorante del don de Dios, sino también de como el agua viva podría llegar a ella. Dios quiere dar este don de agua viva, pero requiere que se le pida. No va a exigir precio que pagar; basta pedir para que se la dé. Ella la va a pedir cuando reconozca que hace falta en su vida. El don del agua viva es la venida del Espíritu Santo al ser humano para impartir vida divina, o sea, vida nueva al que está muerto en delitos y pecados. Con el don del Espíritu también viene el perdón de pecados y el poder para vivir una vida cambiada. La Biblia dice, “Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” Romanos 8:9. “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo…” Romanos 8:17-18.

 

La mujer samaritana no conocía el don de Dios. Tampoco conocía la verdadera identidad del que le hablaba. Es obvio que nunca había pedido el don de Dios, el cual se puede recibir gratuitamente. Todos conocemos a personas quienes están en la misma condición de ella. No conocen el don de Dios. No se han dado cuenta de la verdadera identidad del Señor Jesús, venido del cielo para salvar y satisfacer al sediento. Jamás han pedido a Dios el regalo de la vida eterna por medio del Señor Jesús. A todo predicador es grato anunciar que el día de salvación se ha prolongado hasta este momento. Todavía hay lugar para que uno entre a disfrutar de la bendición de la salvación. Si bien es cierto que lo que Dios da es gratuito y no nos cuesta nada, a Él le costó su propio Hijo. La Biblia dice, “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” Romanos 8:32. Dios dio a su Hijo para que El pagara el rescate de nosotros, y ahora en el evangelio se anuncia que Dios quiere regalar la vida eterna a través del Señor Jesús.

 

La visita hecha por Jesús a Samaria significó una gran bendición para la mujer samaritana, y también para los pobladores de la ciudad de Sicar. Ella “fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo? Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él” Juan 4:28-30. Fue un día especial para los samaritanos, como lo es hoy día para todos los que creen en Cristo. El Salvador no anda físicamente en los caminos asfaltados ni está sentado al lado de un pozo. Está actualmente en el cielo, pero espiritualmente se acerca a todos a través del mensaje del evangelio. Los cristianos le presentan en toda su belleza como el amante Salvador que una vez murió por los pecadores, fue sepultado, y resucitó para volver al cielo. De allí ha prometido volver a buscar a los que en el creen. Esta gran verdad llega a todo el mundo través del evangelio. Ya vino y ha de venir otra vez. ¿Le está esperando esta visita bendita usted? –daj

 

Lectura Diaria:
Levitico 16:1-29 [leer]
/Salmos 119:113-144 [leer]
/Marcos 6:1-29 [leer]