“Zaqueo pequeñito era y a causa de la multitud, a un sicómoro subió pues a Cristo quiso ver”. Así comienza el corito que cantan los niños y los grandes en la Escuela Dominical. La historia es más que un relato de un hombre que subió a un árbol. Jesús quiso tratar con él por ciertas cosas en su vida.
“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” Lucas 19:10

Entrando Jesús en Jericó, sabía de un hombre llamado Zaqueo cuyo interés era solamente tener contacto visual con Él y una vez satisfecha su curiosidad, se daría por cumplido su deseo. Pero Jesús tenía su propio plan que resultaría en un cambio radical en la vida de Zaqueo. A pesar de su posición como principal de los publícanos, y un conocido rico de la comunidad, Zaqueo no consiguió que la multitud rodeando a Jesús le abriera paso para poder acercarse. Su baja estatura militaba en su contra y sus deseos de ver a Jesús personalmente quedaban frustrados. Usando inteligencia para solucionar su problema, utilizó un truco juvenil, encaramándose a un árbol sicómoro cuyas ramas le proveerían de un asiento en lo alto. Seguramente la frondosidad provista por las hojas le mantendría semi-oculto de sus conciudadanos al pasar ellos por debajo. Le impulsaba el sólo deseo de ver a Jesús, ya que las enseñanzas y los milagros del Mesías eran notorios. Noticias de Jesús circulaban diariamente, y sin duda el milagro hecho en el pobre mendigo Bartimeo a la entrada de Jericó ya se sabía entre los pueblerinos. ¿Quién será este Jesús?

Seguramente Zaqueo pensaba que una vez visto Jesús por él, esperaría mientras que la multitud se alejara antes de bajarse de su lugar privilegiado de espectador. Llevó a cabo su plan y ya estaba instalado mirando hacia abajo cuando repentinamente escuchó su nombre. Jesús le miraba y le ordenaba a abandonar su percha. “Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose en tu casa” Lucas 19:5. Jesús era un desconocido para Zaqueo, pero no así Zaqueo para Jesús. Zaqueo, un connotado publicano, era que se había enriquecido a expensas de sus conciudadanos. Jesús lo iba a tratar en privado en su casa. El gozo de Zaqueo al recibir la orden revela que detrás del interés superficial de solamente ver a Jesús, había un deseo más profundo de un cambio en su vida. Su conciencia le hacía sentir su culpabilidad por los años invertidos en el engaño y el fraude. Seguramente en la conversación a puerta cerrada, Jesús le hizo ver su maldad, y al mismo tiempo le mostró el camino para librarse de su pecado. Zaqueo creyó a Jesús. Hizo como Abraham cuando escuchó la voz de Jehová; ¡Creyó! Al igual que Abraham, fue justificado por su fe. Pronto vino la prueba del cambio en Zaqueo, pues comenzó inmediatamente a poner por obra lo prometido dejando constancia que se había convertido.

Jesús no tomó en cuenta las quejas del pueblo que prefería que Zaqueo sufriera por sus maldades, y que no fuera perdonado. El Señor lo identificó como un perdido que creyó y fue hallado. Estaba perdido sentado en el árbol, y precisamente “el Hijo del Hombre (Jesús) vino a buscar” a uno como él, llamándole por nombre, expresando su deseo de conversar personalmente sobre su condición. Zaqueo fue “buscado” y fue necesario que descendiera, o sea, que se humillara. El Hijo del Hombre también había venido para “salvar”, y esto ocurrió cuando Zaqueo escuchó a Jesús, reconoció su error, y se arrepintió de su maldad. Puso fe en las palabras del perdón que el Señor pronunció. Jesús mismo iba a dar su vida en la cruz precisamente para los perdidos a quienes había venido a buscar. Dios sigue con su obra de buscar y salvar. Lo hace a través del testimonio de los predicadores del evangelio, y usa a los profesores de la Escuela Dominical, además de los cristianos creyentes con su testimonio personal. Dios usa a los hallados para esta labor. Sigamos anunciando el evangelio. – DAJ

Lectura Diaria:
1 Reyes 6 [leer]
/Jeremías 13 [leer]
/Efesios 5:22-6:9 [leer]