La historia de David y Goliat siempre fascina. Tiene muchas lecciones que enseñarnos y entre ellas las que nos hacen apreciar al Señor Jesús, prefigurado en el personaje de David. 

“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él (Jesús) también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.” Hebreos 2:14-15.

Se escucha el comentario en el mundo deportivo, político, y en el mundo de negocios. Dicen que un David ganó a un Goliat. Puede ser un club débil que gana a uno de los famosos. Un candidato desconocido logra ser elegido imponiéndose sobre un político muy experimentado, o una empresa pequeña que fábrica una pieza clave para un cohete superando los intentos de una empresa poderosa. Todo el mundo entiende cuando se refieren al hecho de un David que ganó a un Goliat. La famosa hazaña de David cuando ganó al gigante Goliat es relatada en la Biblia en el primer libro de Samuel. La fascinante historia nunca pierde su encanto.

La historia sirve para enseñarnos muchas lecciones. Comienza con el deseo de un padre (Isaí) que envía a su hijo menor (David) en una misión de llevar pan y quesos a sus hermanos. Nos hace pensar en cómo el Padre celestial envió a su Hijo a este mundo para traernos el Pan de Vida. David escuchó el desafío de Goliat: “escoged de entre vosotros un hombre que venga contra mí” 1 Samuel 17:8. Sin titubear se ofreció para ir a pelear contra el gigante confiando en el poder de Dios. El gigante Goliat amenazaba al pueblo con esclavizarlo y tenía al ejército de Israel atemorizado durante cuarenta días. Nadie era capaz de ir en contra del enemigo. El diablo con su tentación a Adán y Eva en el huerto de Edén consiguió establecer el imperio de la muerte en la raza humana y por cuarenta siglos nadie fue capaz de librarse, hasta que vino el Señor Jesús. Como David que bajó al valle de Ela para pelear con Goliat y salió vencedor, así Jesús bajó al mundo cual valle de la muerte. Entró en la muerte y salió vencedor como dice el texto de cabecera.

Con su puntería precisa David hizo incrustar una sola piedra en la frente del gigante, haciéndole caer al suelo. Con la espada de Goliat, le cortó la cabeza y los miles de Israel prorrumpieron en vítores por la victoria gloriosa ganada. Jesús entró en la muerte y al tercer día resucitó demostrando que había entrado en la pelea contra Satanás. Su resurrección fue evidencia que había vencido. En su día muchos alabaron a David por la victoria ganada. Hoy día millones alaban al Señor Jesús por la victoria que Él ganó cuando entró en la muerte y salió vencedor. No nos avergonzamos de dar testimonio del Señor Jesús “quien nos salvó y llamó con llamamiento santo,… nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio” que predicamos. 2 Timoteo 1:9-10. Pedro predicó de “éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios,” quien fue prendido y matado “por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto ERA IMPOSIBLE QUE FUESE RETENIDO POR ELLA” Hechos 2:23-24. Gracias a Dios por nuestro Salvador vencedor. –daj