Fijarse en otros para comparar la situación de ellos y la suya fácilmente puede conducirle a cometer el pecado de la  envida. Asaf fue el director de música en el tiempo de David. Asaf es el autor de doce salmos. En sus obras literarias, revela ciertos detalles de su vida y de su carácter. En el salmo 73 Asaf estaba tentado a pecar pero reaccionó a tiempo y el salmo terminó con alabanza y confianza en Dios

 

En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; Por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, Viendo la prosperidad de los impíos” Salmo 73:2-3

 

Con todas las desigualdades en la sociedad de hoy, es fácil compararse con otros y sentirse desplazado, postergado o desfavorecido. El ser humano cree en el adagio que “todos somos iguales”, pero otros dicen que “algunos son más iguales que otros,” y buscan un trato preferencial para sí mismos. Basta observar en lugares donde hay que hacer fila como ciertas personas buscan ser primeras. No les importa que haya otras que estaban antes y ahora tienen que esperar mientras la “intrusa” logra ser atendida. Asaf escribió un Salmo en que hizo una confesión escueta de su debilidad. Comenzó reconociendo la bondad de Dios para con su pueblo: “Ciertamente es bueno Dios para con Israel, para con los limpios de corazón” Salmo 73:1. En verdad, Dios es bueno para con todos. A renglón seguido, Asaf confesó su problema personal, “En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; Por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, Viendo la prosperidad de los impíos” vv.2-3. Toda persona honrada que lee las palabras de Asaf reconoce que en más de una ocasión ha sentido lo mismo. Asaf ha expresado el mismo pensamiento que ha invadido nuestro corazón. Y cuando el pecado de la envidia, o la codicia se apodera de nosotros, casi caemos en el mal de hacer o decir algo inconveniente al respecto.

 

A veces nos aislamos de los demás y pensamos que Dios ha sido bueno para con otros pero conmigo, no. Esto equivale a criticar a Dios. Cuando permitimos que una comparación con otros nos nuble la vista, cometemos una ofensa para con Dios quien está lleno de gracia y de misericordia. Pensar que todos los demás hayan sido favorecidos y uno mismo haya quedado fuera del círculo de su bendición es caer una vez más en la trampa tendida por el diablo. Fue precisamente esta idea que llevó a Eva a comer del fruto prohibido. Satanás le convenció que Dios guardaba el fruto para Sí y dejaba a ella fuera de sus bondades. Ya sabemos los resultados fatídicos de seguir el engaño del diablo. En su día Eva comenzó a deslizarse y al fin cayó y juntamente con Adán hundieron a la raza humana en el pecado.

 

Si Dios permite que algunos prosperen, mientras a otros les hacen falta ciertos artículos que consideran esenciales para vivir, es posible que Él esté probando la fe del individuo. Quizás sea porque quiere tenernos ante el trono de su gracia reconociendo las múltiples bendiciones ya recibidas. Quiere escucharnos expresar nuestra dependencia de Él en cuanto al presente y al futuro. Asaf comenzó diciendo: “Ciertamente es bueno Dios para con Israel,” y luego dijo: “En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies;… Porque tuve envidia de los arrogantes, Viendo la prosperidad de los impíos” Salmo 73:1-3. Al final del salmo hay un cambio: “en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; He puesto en Jehová el Señor mi esperanza” Salmo 73:28. Aprendamos de Asaf. –daj

Lectura Diaria:
Josué 1 [leer]
/Oseas 8-9 [leer]
/Lucas 19:29-48 [leer]