Los testigos de Cristo argumentaron en su favor, sin embargo no fueron creídos. ¿A quién cree usted con relación a Jesús?

“En boca de dos o tres testigos conste toda palabra“ Mateo 18:16

 

Diariamente se escuchan reclamos por los “derechos humanos”. En algunos casos son motivados por razones políticas y en otros por razones humanitarias. Todos los países del mundo han consagrado en sus constituciones los “derechos” que deben disfrutar sus ciudadanos. El pueblo de Israel bajo Moisés recibió su “constitución” en la Ley de Moisés. Muchas están incluidas en los códigos legales modernos que conforman la jurisprudencia que rige en nuestro país. Un punto principal de la ley de Moisés era que no bastaba un solo testigo, sino dos o tres. (Vea Deuteronomio 19:15.) Resulta interesante leer algunas de estas leyes dadas por Jehová a Moisés.

 

Los principales sacerdotes que juzgaban a Jesús no respetaron la misma ley que ellos tenían el deber de certificar. Su injusticia se ve en que “los principales sacerdotes y los ancianos y todo el concilio, buscaban falso testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte” Mateo 26:59. Cerraron sus ojos ante el cuádruple testimonio que habían recibido, testimonio que comprobaba que Jesús estuvo en lo correcto al decir que era el Hijo de Dios. Ellos dijeron que había blasfemado. El primer testigo fue Juan Bautista. Dijo: “Yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios” Juan 1:34. El ministerio de Juan tuvo la particularidad de dar testimonio de la luz. “No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz. Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo” Juan 1:8-9. El segundo testigo era más contundente. Jesús dijo: “yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado” Juan 5:36. Los mismos líderes sabían de estas obras. Nicodemo las mencionó cuando se entrevistó con Jesús aquella noche en Jerusalén. “… Nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él” Juan 3:2. En tercer lugar, Jesús habló del testimonio directo del Padre, “también el Padre que me envió ha dado testimonio de mí” Juan 5:37. Cuando Jesús fue bautizado, “hubo una voz de los cielos, que decía: Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” Mateo 3:17. Pedro el apóstol se refirió a ello en su segunda carta hablando de “cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Éste es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia” 2 Pedro 1:17. La Biblia dice que cada palabra debe ser constatada en la boca de dos o tres testigos.

 

Dios no deja ninguna duda y hay un cuarto testigo. Jesús mismo afrontó a sus opositores, diciendo “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” Juan 5:39. No solamente tenemos estos testimonios dados en los tiempos de Jesús, sino hay miles y miles más que durante siglos han dado cumplimiento a lo que dijo Jesús: “Y vosotros daréis testimonio también” Juan 15:27. Jesús lo dijo a sus discípulos y por ende es hecho extensivo a nosotros. Testimoniamos junto con los hombres samaritanos, “sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo” Juan 4:42.

 

–daj