Es importante poner cuidado en lo que otra persona le dice para no equivocarse. La muchacha israelita claramente había dicho que Naamán se presentara ante el profeta. Sin embargo, Naamán partió con cartas escritas por el rey de Siria dirigidas al rey de Israel. Es fácil anticipar la reacción. La muchacha israelita fue fiel a Jehová en hablar de Él y de su profeta. Presentado su caso ante el  rey, éste ordenó a Naamán a seguir la recomendación recibida. La muchacha había sabido de lo que pasaba a Naamán por medio de su ama, mujer del general. Sigue el relato imaginado.

 

Le dijo el rey de Siria: Anda, ve, y yo enviaré cartas al rey de Israel. Salió, pues, él, llevando consigo diez talentos de plata, y seis mil piezas de oro, y diez mudas de vestidos.” 2 Reyes 5:5.

 

Todo esto yo pude saberlo por mi ama, quien me lo confidenció. Estuve contenta porque el rey no había puesto ninguna objeción y así partió Naamán en el viaje que tanto yo deseaba verle hacer. ¡Cuánto me habría gustado viajar a mi país también! No se le ocurrió a Naamán que el rey en Israel no tomaba en cuenta a un profeta tan poderoso como aquel de quien yo hablaba. Pensaba que su recepción al corte en Samaria estaba asegurada por la carta que llevaba, escrita por el primer mandatario sirio. Pero la realidad era muy distinta a lo que esperaba. El rey se enojó y Naamán no entendía por qué la reacción fuera de una manera tan extraordinaria. La carta presentaba a Naamán y pedía que el rey le sanara de la lepra. Por esto el rey de mi país rasgó sus vestidos. “¿Soy yo Dios,” dijo, “que mate y dé vida, para que éste envíe a mí a que sane un hombre de su lepra? Sólo está buscando un pretexto para pelear con nosotros” v.7 El rey de Israel estaba bien asustado. La noticia de la consternación del rey corrió por la ciudad, llegando a los oídos de Eliseo. Este le envió un mensaje, preguntando por qué el rey se había rasgado sus ropas. “Venga ahora a mí y sabrá que hay profeta en Israel,” le dijo, v.8.

 

Notorio es el contraste entre el rey de Israel y la joven cautiva en Siria. Ella estaba muy consciente del poder salvador de Dios, presente con su pueblo por medio de Eliseo. El rey, en cambio, no tenía la misma fe. ¡Qué alivio! Hubo una salida del apuro. Sin demora, Naamán fue a la casa de Eliseo. Llegado ahí con sus caballos y su carro, se paró con gran pompa a las puertas de la casa. Preso de una emoción muy fuerte, Naamán esperaba con impaciencia que el profeta viniera a recibirle. El que abrió la puerta no era Eliseo, sino su siervo. Naamán estaba acostumbrado a que la gente se sintiera honrada con su presencia, y esperaba que Eliseo mismo se presentara. Escuchó con sorpresa el recado que el mensajero le entregó. Las instrucciones eran cortas y precisas. “Ve y lávate siete veces en el río Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio,” dijo el mensajero, v.10. Terminado su orden, el siervo entró de nuevo en la casa y cerró la puerta. Naamán se retiró enojado. Herido en su amor propio e indignado en gran manera por la falta de atenciones, el general estaba a punto de volver a su tierra sin más tardanza.

 

He aquí,” decía el general, mientras iba en aumento su enojo, “yo pensaba dentro de mí que saldría el profeta y, estando en pie, levantaría la mano e invocaría el nombre de Jehová su Dios”. Creía que él tocaría el lugar y así sanaría la lepra. Naamán habló de Abana y Farfar, ríos de Damasco, diciendo que son mejores que todos los ríos de Israel juntos. Si de ríos se trata, yo me lavaré en ellos y seré también limpio. Se marchó furioso. Sus siervos, que lo querían mucho, sintieron desvanecerse las esperanzas que les habían animado durante el largo viaje a Samaria. Su amo se iba sin siquiera probar el remedio que le ofreció el profeta de Israel. Rápidamente intercambiando unas palabras, se pusieron de acuerdo y se acercaron a Naamán para hablarle. – Menos mal que en este momento, había consejeros quienes le sugirieron la necesidad de obedecer la palabra dicha por el profeta de Jehová. Para que Dios actúe, requiere obediencia de parte de nosotros. (Continuará) MER/daj

Lectura Diaria:
Levitico 10:1-20 [leer]
/Salmos 111:1-112:10[leer]
/Marcos 1:21-45 [leer]