“¿No hay bálsamo en Galaad? ¿No hay allí médico? ¿Por qué, pues, no hubo medicina para la hija de mi pueblo?” Jeremías 8: 22

En su libro, Jeremías nos presenta a los judíos como  heridos por crueles calamidades que les sobrepasan, y más allá de las heridas identifica una condición nacional de enfermedad que necesita igualmente sanidad. El problema de Israel es que han dejado a su Dios, el problema de Israel es el pecado. También Isaías tiene palabras similares hacia Israel, bastante fuertes pero no por ello menos ciertas: “¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás… Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana” (Isaías 1:4-6).

Este mensaje es muy actual hoy. El hombre sufre de las heridas externas por la adversidad y de la enfermedad interna del pecado. El pecado, condición inherente al ser humano caído que le hacer buscar su camino sin tomar en cuenta a su creador. Las evidencias en la sociedad y en las vidas personales de los sere humanod muestras, sin embargo, que el camino de la autodeterminación obstinada conduce a la frustración y la desesperanza. ¿Qué esperanza hay en el mundo hoy? Acaso es una perspectiva de paz, prosperidad y progresivs pacificación entre las naciones y entre las personas? En el versículo del día leemos acerca de un bálsamo precedente del monte de Galaad, una resina que caía del costado de un árbol cuando se cortaba su corteza; era conocida por sus propiedades medicinales desde antiguo (Génesis 37:25, 43:11, Ezequiel 27:17). Dios pregunta figurativamente a su pueblo si acaso no conocen este bálsamo, pues están enfermos y no lo saben. Dios les diagnostica, indicándoles que su enfermedad es porque le han rechazado. ¿Será acaso la condición de algún lector, conocedor del mensaje de Cristo, pero aún no arrepentido de vivir sin tomar en cuenta a Dios ni de haberle recibido como Salvador? Esta es la única enfermedad, verdadera raíz de todo mal nacional, social e individual. El remedio efectivo no es educación ni filosofía ni religión ni abundancia de bienes materiales, pues son remedios externos. Dios ha provisto su propio remedio para la sanidad moral y social del mundo, para la sanidad y salvación de cada uno de nosotros. Es el “bálsamo de Galaad”, preciosa figura de Cristo: un monte, Galaad – el monte Calvario (Lucas 23:33), el árbol – un madero (Juan 19:17), la corteza traspasada – el costado traspasado (Juan 19:34), la resina que fluye – la sangre preciosa derramada de Cristo (Juan 19:34), y su poder sanador de la enfermedad – la salvación y reconciliación (Colosenses 1:20).

Claramente, Galaad y su bálsamo nos hablan de la muerte vicaria del Hijo de Dios en la cruz y de su sangre derramada por el mundo pecador. De su costado mana la vida eterna. ¿Conoce el lector este remedio que viene del cielo, de aplicación universal y eficacia completa? No tiene sentido buscar la salvación y el perdón fuera de la provisión divina, gratuita y suficiente, en Cristo. Escuche el consejo y reciba la salvación y la sanidad en su alma: “Sube a Galaad y toma bálsamo” (Jeremías 46:11). Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo (Hechos 16:31). rc

 

Lectura Diaria:
Éxodo 1:1-2:22 [leer]
/Salmos 31:1-24 [leer]
/Mateo 27:45-66 [leer]