En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo.” Isaías 6:1.

 

Isaías relató la experiencia singular en su vida cuando conoció a Dios personalmente y de ahí en adelante comenzó un servicio fructífero durante el reinado de cuatro reyes de Judá. La visión de los serafines adorando a Dios tuvo un impacto sobre él. La actividad principal en el cielo no es servir a Dios sino es adorarle. Los serafines no hacen otra cosa sino adorar. “Santo, Santo, Santo” es su clamor. La palabra repetida tres veces indica que Dios es Trino, es decir, se refiere al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.  La actividad de los seres angelicales debe incentivarnos a nosotros a adorar pues hemos conocido a Dios por medio de Jesucristo.

 

Al recibir la visión del Señor “sentado sobre un trono alto y sublime”, Isaías reconoció su indignidad personal. “¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” Isaías 6:5. Cuando Isaías vio al Rey en su Gloria, confesó su pecado. La verdadera conversión de cualquier individuo comienza cuando se ve a sí mismo como pecador ante la presencia del Santo Dios. Es el primer paso para buscar la limpieza necesaria para adorar a Dios y servirle.

 

Es imprescindible que el pecador reconozca su condición pecaminosa delante de Dios. Si no la reconoce, ¿de qué va a ser perdonado?  ¿De qué le sirve le muerte de Jesús en la cruz por los pecados? Isaías reconoció su pecado y en un acto simbólico de limpieza, un serafín llegó con “un carbón encendido, tomado del altar… y tocando con él sobre” la boca, el profeta escuchó palabras que aquietaron la conciencia atribulada. “He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado.” Inmediatamente se le presentó la oportunidad de mostrar su gratitud, pues “Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí”.  Dios obra hoy día de igual manera. Por medio de Jesucristo nos revela su santidad, nos convence de nuestro pecado, y nos muestra cómo podemos ser limpiados por la sangre de Cristo vertida en la cruz. Luego adoramos y como adoradores, comenzamos a servir. ¿Ha tenido Usted una experiencia similar? –daj

Lectura Diaria:
Levitico 15:1-33 [leer]
/Salmos 119:73-112 [leer]
/Marcos 5:21-43 [leer]