En el sur de Argentina se ven letreros que anuncian empresas que llevan el nombre Bridges. Son descendientes de un hombre muy especial. Lea su historia fascinante.

 

 

“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree.” Romanos 1:16,

 

Un día en la ciudad de Londres, en Inglaterra, se encontró lo que parecía ser un paquete de trapos tirado en las gradas del hospital Santo Tomás. Una de las enfermeras, pensando botar el bulto, lo recogió y se dio cuenta que contenía algo que se movía. Al abrirlo, encontró un niño recién nacido. Aparentemente no pertenecía a nadie conocido, y nadie se ofreció para reclamarlo. Así que el personal del hospital lo adoptó y entre todos lo criaron. Como es de imaginarse, fue el regalón de todas las enfermeras. Como no tenía nombre, lo llamaban simplemente El Guachito, hasta que por fin le pusieron el nombre de Tomás, por ser éste el nombre de ese hospital. Pero todo niño tiene dos nombres, y ¿qué apellido podrían ponerle? Resulta que el hospital quedaba cerca del río Támesis y entre dos puentes, y por lo tanto le dieron a Tomás el apellido de Bridges, que en castellano sería Puentes.

 

Con el buen cuidado que recibió, Tomás se desarrolló en un niño robusto y luego un joven sano. Pero lo mejor de todo fue que él llegó a conocer la Biblia y amar al Salvador de quien ella nos habla.  Aconteció que en ese tiempo el famoso explorador Charles Darwin volvió de su primera visita a Tierra del Fuego, que abarca el extremo sur del continente sudamericano, zona compartida entre Chile y Argentina. Darwin contaba que allí él había encontrado al pueblo más degenerado y sin esperanza que existía en el mundo. Así pensaba él. Como Darwin no conocía al Señor Jesús ni el poder del evangelio, declaró: “¡Para mí sería preferible tratar de civilizar los perros de la calle antes que hacer algo por esos salvajes!” Tomás Bridges oyó lo que había dicho Darwin y él pensó: “¡Yo sé de algo que puede mejorar a esa gente! Conozco un libro que me ha transformado la vida y me ha enseñado de un Salvador quien puede salvar a todos”.

 

Tomás se ofreció como misionero y fue a vivir entre el pueblo de Tierra del Fuego, algunos de los cuales vivían casi como animales. El único tesoro que él llevó consigo fue su Biblia, la única arma que podía disipar las tinieblas en que se encontraba esa gente. Doce años pasaron y Charles Darwin volvió a Tierra del Fuego. Al desembarcarse, él sintió un sonido agradable pero extraño. Era una campana colocada en una capilla evangélica la que sonaba en la aldea, llamando a la gente al culto. Deteniéndose a mirar, vio a hombres, mujeres y niños acudiendo al sencillo edificio. ¡Qué transformación había efectuado el evangelio! Ahora se vestían bien, vivían en armonía el uno con el otro, y se gozaban de algunas comodidades. Dios había utilizado a un hombre con el amor de Cristo en su corazón para ver transformadas a estas personas en hijos de Dios  Pablo escribió en Romanos 1:16 que “el evangelio es el poder de Dios para salvación a todo aquel que cree”. Miles de personas saben de esta realidad en su vida. Si Ud. no es salvo, Cristo te puede salvar a ti también. En el momento de confesarle como Señor y creer en el corazón que está levantado de la muerte, tus pecados serán perdonados, y te convertirás en hijo o hija de Dios. Tomás Bridges comenzó creyendo en Cristo y luego se puso a trabajar por el Señor. Fue a predicar el evangelio a los habitantes de Tierra del Fuego. ¿Acaso el poder transformador del evangelio ha operado en su corazón? –D. McBride/PdeA003/daj

 

Lectura Diaria:
Levitico 6:8-7:10 [leer]
/Salmos 106:1-48 [leer]
/Hechos 28:1-16 [leer]