Celebrar la Cena del Señor es un privilegio que tenemos los hijos de Dios. Gracias a Dios por los cristianos que siguen haciéndolo. Tiene un efecto saludable que es el servicio. Lea de ello.
“La gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres.” Tito 2:11.

La última reunión que el Señor Jesús tuvo con sus discípulos se llevó a cabo en un aposento. Pedro y Juan habían sido despachados por el Señor a ubicar el lugar para que Él pudiera celebrar la Pascua con los suyos. En esta oportunidad tan especial, hubo por lo menos dos sorpresas que tocaron a los discípulos vivir. Una fue la revelación intranquilizadora que hizo el Señor de que uno de ellos le iba a traicionar. Jesús no dejó mucho tiempo pasar, sin individualizar a Judas Iscariote y ordenarlo a salir para hacer lo pactado con los líderes religiosos. La segunda sorpresa vendría al final de la celebración de la Pascua cuando todos pensaban que ya habían cumplido con todo lo ordenado por la ley. Fue cuando Jesús tomó pan, dio gracias, y luego pidió a los once discípulos a participar de él como símbolo de su cuerpo. Luego repitió el dar las gracias, y tomando una copa, se la pasó a los discípulos para que tomaran de ella como símbolo de nuevo pacto prontamente a ser sellado al dar su vida y resucitar.

Seguramente los discípulos no entendían mucho pero Jesús claramente indicó que esta nueva modalidad había de ser practicada durante su ausencia, pues habían de hacer esto en memoria de Él hasta que viniera. Sorprendente tiene que haber sido para ellos este solemne encargo, encargo que es obedecido hasta el día de hoy por cristianos fieles en muchos países. Continuamos practicando el llamado “partimiento del pan” todos los primeros días de la semana y con el favor de Dios, seguiremos haciéndolo hasta que Cristo venga. ¿Es una práctica suya? Muchos la llaman “la Cena del Señor” y la sencillez que la caracteriza llena al corazón de los creyentes de muchos motivos. Es un excelente punto de partida para la nueva semana que se inicia y el “perfume de la adoración”. Lo agradable de la reunión es que nos produce un aumento de apreciación por el Señor y nos incentiva a servir con ahínco a Aquel que “se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad” Tito 2:14.

Los que aman a Jesucristo tienen gran interés por servirle. Es una evidencia que se han convertido en hijos de Dios y son siervos de Jesucristo. Pablo escribió a los Tesalonicenses que “os convertisteis de los ídolos a Dios, PARA SERVIR AL DIOS VIVO Y VERDADERO” 1 Tesalonicenses 1:9. Fue el Señor Jesús mismo que estableció la base de todo servicio, “al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás” Mateo 4:10. Es necesario tomar en cuenta que la adoración preceda al servicio. La verdadera adoración requiere un concepto correcto de Dios para saber expresar en palabras el aprecio por lo que Él es, y por lo que ha hecho. Cuando uno sabe adorar, sabrá también servir. Es por esto que estar presente para recordar al Señor en el partimiento del pan cada domingo tiene un efecto de saludable. Es una preparación para servir durante los días restantes de la semana. Adorar a Dios es elogiarle por lo maravilloso que es en proveernos de una salvación tan grande y de lo que ha hecho para “redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” Tito 2:14. –daj

Lectura Diaria:
Levitico 15:1-33 [leer]
/Salmos 119:73-112 [leer]
/Marcos 5:21-43 [leer]