El tema de la obediencia comienza temprano en la vida de todos. Los padres son los primeros en emitir órdenes y esperan que los niños obedezcan. Pronto el niño sabe que la obediencia es la llave que abre la puerta de ganancia y bendición.  La desobediencia resulta en pérdida o castigo.

 

Por la obediencia de uno, (Cristo) los muchos serán constituidos justos.” Romanos 5:19.

 

El tema de la obediencia se halla en toda la Biblia. Por cierto, el problema del pecado que hoy sufrimos tuvo su origen en la desobediencia a Dios referente al árbol en el huerto de Edén. Puede ser que algunos casos de desobediencia no resulten en consecuencias tan catastróficas. Sin embargo, desobedecer a Dios trae serias consecuencias mientras obedecerle trae mucha bendición. Pablo el apóstol alabó a los romanos por su forma obediente de vivir la vida cristiana; “vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos, así que me gozo de vosotros; pero quiero que seáis sabios para el bien, e ingenuos para el mal” Romanos 16:19. Los creyentes hemos cantado de este bien con el himno cuyo coro reza:

                        Obedecer, y confiar en Jesús, 

                        Es la regla marcada

                        Para andar en la luz.

El Señor espera que le obedezcamos, Al no hacerlo, nos sentimos avergonzados delante de Él. El Señor Jesús es el ejemplo máximo de la obediencia pues en el huerto de Getsemaní dijo: “Padre,… no se haga mi voluntad, sino la tuya” Lucas 22:42. Por eso, el Señor sabe que la obediencia puede ser costosa. De Él leemos “aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia” Hebreos 5:8. El resultado de su obediencia es resumido en Hebreos 12:2  “el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”. La obediencia a la voluntad del Padre resultó en gozo para él y gloria para nosotros que somos salvos por Jesucristo.

 

A nosotros no nos tocan grandes pruebas como las que enfrentó el Señor, pero aún en las cosas pequeñas Dios espera que nos sometamos a su voluntad. Años atrás un hombre canadiense llamado Santiago Sólomon formaba parte del concilio de la Escuela Parque Oeste donde asistían sus hijos. En una reunión, los apoderados reconocieron que los salarios de los profesores no eran tan altos como en las escuelas públicas y expresaron su deseo que fuesen incrementados. Don Santiago era creyente y sintió en su corazón que Dios le movía de entregar una suma de dinero en forma anónima a la directora Sra. Shannon. La idea fue que ella diera a cada profesor y profesora un pequeño bono con un reconocimiento de parte de los apoderados por el buen trabajo que hacían con sus hijos. Así pensó don Santiago y decidió que la suma para cada uno sería diez dólares que era una buena suma en aquel entonces. Llegó la última reunión del año con los profesores y la directora hizo un anuncio. Ella dijo que un padre de un alumno en forma anónima le había dado una suma de dinero y que cada miembro de la dotación docente había  recibido un bono de diez dólares. Dijo que fue un gesto de aprecio por sus labores y para los docentes fue un gran aliciente. Don Santiago se sorprendió y se reprochó a sí mismo pues el donante no fue él. Había razonado entre sí que el gesto fue demasiado poco, muy insignificante y trivial, ¡mejor que no! Dios lo había puesto en el corazón de Santiago y con su razonamiento, había dicho que NO. ¿Qué hizo Dios? Usó a otra persona. Nuestros razonamientos pueden llevarnos a conducirnos en forma contraria a la voluntad de Dios y perdemos la bendición. Don Santiago dijo que aprendió acerca de la misericordia de Dios y en otra oportunidad, obedeció. Samuel el profeta dijo al rey Saúl “ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios” 1 Samuel 15:22. –daj

Lectura Diaria:
2 Reyes 14:23-15:30 [leer]
/Jeremias 50:1-20 [leer]
/Tito 1-2:8 [leer]