Muchas personas hoy día harán actos de bondad. Desafortunadamente no van a será recibidos en buena forma, mientras otros sabrán apreciarlos. Una mujer hizo una bondad a un joven que no supo responder con aprecio. Un caballero transformó el acto despreciativo del joven en una bendición.

“Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros,… acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo.” 1 Tesalonicenses 1:2-3.

F.W. Boreham era un autor inglés que siempre se maravillaba frente a los sucesos de la vida. Boreham tuvo una práctica personal de llevar una flor fresca en la solapa de su chaqueta todos los días. El mismo contaba de cierto día cuando por descuido, no se puso la flor. Se dio cuenta cuando estaba a bordo del tranvía. Estaba pensando en la falta de su “sello visual” cuando una señora de edad subió al coche llevando un ramillete lindo de flores color amarillo. Era invierno y todo el mundo miraba con aprecio este signo de la primavera a pesar del ambiente invernal afuera. Cuando la señora se aprestaba para bajar del tranvía, tomó unas flores y se las pasó a un joven sentado cerca de ella. El joven las recibió sin ningún gesto de gratitud; ni dijo: “gracias”. Tan pronto que se bajó la señora, el joven las tiró al suelo.

El Sr. Boreham preguntó al joven, “¿No las quería tener?”  “¡De ninguna manera!  ¿De qué me sirven a mí?” contestó el joven. El autor Boreham rescató algunos botones de los tirados y con delicadeza, se los puso en su solapa. Problema solucionado para él. El color y el tipo de flor llamaron la atención de sus amigos quienes comentaban sobre su selección para aquel día. “Es como sentir un aire de primavera” comentaban varios. El caballero aprovechó la oportunidad para contar como llegó a tener las flores ese día, terminando siempre con la frase, “aunque una obra de amor parezca perdida, siempre tiene resultados sorpresivos, así que, ¡Anímense!” No se sabe cómo se habría sentido la dama que regaló las flores al joven quien las despreció, tirándolas al suelo. El señor Boreham se encargó de transformar el rechazo del joven en un acto que trajo alegría a muchas personas que vieron a él con las flores.

Esta historia verídica enseña tres lecciones importantes para nosotros. 1. Fue un lindo gesto de parte de la anciana regalar unas flores a un joven para darle alegría. 2. Fue un acto deplorable el del joven que violentamente las rechazó tirándolas al suelo. 3. Fue una reacción cariñosa del Sr. Boreham cuando recogió las flores. Es cierto que solucionó su problema personal pues pudo suplir lo que faltaba en su solapa, pero también trajo alegría primaveral a sus compañeros. En la vida, a veces los cristianos observamos como otros seres humanos desprecian gestos de amor. Hay niños que no saben apreciar a sus padres. Hay patrones que no ven valor en la lealtad de sus trabajadores. Hay hermanos que dan buenos consejos a los descarriados sin lograr que se vuelvan de su mal camino. Pero hay otros que saben apreciar la obra de amor que los creyentes fieles demuestran. Quizás no lleguemos a percatarnos de la bendición que a la postre se consigue, pero nuestro amante Padre avalora lo que se hace para su gloria. La maldad nos rodea, pero somos llamados a correr “con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.” Hebreos 12:1c-2. Gracias al Señor Jesús por lo que hizo a favor nuestro. Por cierto algunos desprecian la salvación que se ofrece pero quienes hemos sido bendecidos por Él, decimos “gracias a Dios por su amor”. –DAJ

Lectura Diaria:
2 Reyes 10 [leer]
/Jeremias 45-47 [leer]
/Hebreos 12:1-17 [leer]