No se trata de ser negligente en las cosas de la vida, pero la Escritura nos enseña a ser humildes y esperar en Dios, quien cuida de nuestros intereses.

“Revestíos de humildad” 1 Pedro 5:5

 

Pedro el apóstol entregó a los jóvenes y los otros creyentes ciertos consejos, indicándoles como debían actuar en un mundo peligroso cargado de pecado. Había entregado consejos a los ancianos en cuanto a su responsabilidad para con la grey. Ellos debían cuidarla. Frente a los cuidados ejercidos por los ancianos, ¿cómo deben reaccionar los cristianos? Los jóvenes fueron instruidos expresamente, “estad sujetos a los ancianos.” Pedro dijo a todos que fuesen “sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes.” 1 Pedro 5:5.

 

Vivir la vida cristiana es lidiar contra fuerzas opositoras. La vieja naturaleza en todos nosotros no quiere someterse a otros. La humildad es como una flor de exquisita belleza pero difícil de cultivar. Vale la promesa que Dios “da gracias a los humildes” mientras que “resiste a los soberbios”. Humillarse requiere un acto de la voluntad, es decir, tomar el lugar más bajo. Fuera toda arrogancia y orgullo. No es necesario que el cristiano pelee para conseguir una ventaja, sino debe esperar con paciencia que Dios obre. “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo.” v.6. Puede ser que en el cumplimiento de los consejos de Pedro haya ansiedades o nerviosismos mientras esperamos que Dios cumpla con su promesa. Pedro anticipa esta situación y aconseja: “echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” v.7.

 

Por cierto pesan los problemas y las tentaciones en la vida, pero Dios nos muestra el camino para encontrar alivio. La invitación de echar nuestra ansiedad sobre Dios es respaldada por la promesa, “Él tiene cuidado de vosotros.” ¿Qué más necesitamos para asegurarnos de su interés en nuestro bienestar espiritual? Él no está distante, sino cercano. La experiencia de David puede ser la nuestra: “Aunque afligido yo y necesitado, Jehová pensará en mí. Mi ayuda y mi libertador eres tú; Dios mío, no te tardes.” Salmo 40:17.

–daj