Hay muchos casos en la Biblia donde las personas se sintieron abatidas. Moisés, Elías y David tuvieron momentos de desazón. Dios no quiere que los suyos estén en esta condición. Hay un remedio.

 

“¿Por qué te abates, oh alma mía, Y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.” Salmo 42:5.

 

¿Hay algo en tu vida hermano o hermana que te esté causando disconformidad e intranquilidad en tu interior? ¿Por qué andas enojado con ciertas personas, especialmente las de tu familia? ¿Acaso es por causa de alguien que no obedece las reglas del hogar? ¿Se molestan Uds. jóvenes porque no quieren cumplir con los deseos de tus padres? A veces hay problemas entre esposo y esposa. ¿Será porque uno rehúsa seguir las sugerencias del otro? En el fondo, toda rebeldía es rebeldía contra Dios. El permite el desánimo para hacernos reaccionar positivamente ante las demandas de su palabra.

 

Estar deprimido es un estado anormal. Dios quiere que estemos de buen ánimo siempre. Cuando el Señor Jesucristo se encontraba con personas en cuyas vidas había un problema, sus primeras palabras generalmente eran palabras de aliento: “no temas “, o “ten ánimo”. Dios nuestro Padre desea lo mismo para nosotros. Los que entraban en contacto con el Señor recibían de Él confianza para que se dieran cuenta que el futuro estaba en su mano. Por tanto, en vez de temer las circunstancias del presente, habían de confiar en Él para controlar los acontecimientos del porvenir. El desánimo puede ocurrir frente a situaciones que se presentan repentinamente. Por ejemplo, la muerte llega con sorpresa y se lleva a uno de los nuestros. Caen las lágrimas y nos sobrecoge la desesperación. Hay muchos ejemplos de eso en la Biblia. Pero el antídoto es siempre igual: buscar en Dios nuestro Padre el apoyo de su gracia por medio del consuelo de sus promesas. Allí se halla la fuerza en el conocimiento de que su voluntad es perfecta.

 

Cuando Pablo escribió a los cristianos en Tesalónica referente a los hermanos que habían muerto, les habló de la venida de Cristo. Algunos creyentes en Tesalónica estaban convencidos de que sus hermanos muertos no participarían en la venida del Señor. Pero Pablo les aseguró que no sólo tendrían parte, sino serían los primeros en responder a la llamada del Señor en la resurrección. Ellos resucitarían primero y después se juntarían a los vivos que quedaban en la tierra para ir todos al encuentro con el Señor en el aire. “Por tanto” dice Pablo, “Alentaos los unos a los otros con estas palabras” 1 Tesalonicenses 4:18.

 

Muchos viven desanimados, cuando debieren estar viviendo en el pleno disfrute del gozo de Dios. Hay tantas circunstancias que se confabulan para desalentarnos que sería imposible hacer una lista de todas. Pero nadie tiene que quedarse en el valle de los abatidos. Hay fuerzas disponibles para que escalonen las laderas hasta llegar a la cumbre del supremo gozo y la libertad del desaliento debilitante. El secreto está en permitir que Cristo ministre el alimento de su propia persona al espíritu abatido. Cuando el Señor encontró a dos discípulos desilusionados que caminaban de regreso a su casa en Emaús, se acercó para levantarles el ánimo. Les hizo abrir su corazón con todas sus quejas. Ellos mencionaron exactamente lo que les preocupaba. Luego Cristo les reprendió por su incredulidad y en seguida se reveló a sí mismo. Con sus palabras, se esfumaron las dudas y el desánimo fue cambiado en alegría. Corrieron de vuelta a Jerusalén para avisar a sus condiscípulos. Compartieron la misma palabra que Jesús usó con ellos. Analice la instrucción en el texto de cabecera: “ESPERA EN DIOS; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.” Salmo 42:5. En vez de quejas de parte suya, Dios escuchará sus alabanzas. –daj

Lectura Diaria:
Exodo 26:31-27:21 [leer]
/Salmos 72:1-20 [leer]
/Hechos 15:22-35 [leer]