David amaba a Dios y la Casa de Dios. Mire lo que hizo antes de entregar el reino.

“Además de esto, por cuanto tengo mi afecto en la casa de mi Dios, yo guardo en mi tesoro particular oro y plata que, además de todas las cosas que he preparado para la casa del santuario, he dado para la casa de mi Dios” 1 Crónicas 29:3

 

David anuncia al pueblo solemnemente que Salomón su hijo le sucederá en el reino. Menciona las cuantiosas riquezas que preparó para la construcción del templo. Se describe “oro para las cosas de oro, plata para las cosas de plata, bronce para las de bronce, hierro para las de hierro, y madera para las de madera; y piedras de ónice, piedras preciosas, piedras negras, piedras de diversos colores, y toda clase de piedras preciosas, y piedras de mármol en abundancia” (vv 2). No obstante, después de enumerar los materiales preciosos que ha guardado para tan magna tarea, señala que además, hará otra ofrenda, de su tesoro particular, es decir, de sus ahorros: “tres mil talentos de oro, de oro de Ofir, y siete mil talentos de plata refinada para cubrir las paredes de las casas” (vv 3). Y todo esto es porque tiene su afecto o aprecio en la casa de Dios.

El mensaje es claro para nosotros. Debemos ofrendar según hayamos prosperado, pero además, en gratitud hacia nuestro Dios podemos entregarle aun más de nuestros bienes. Por cuanto tengo mi afecto en la casa de mi Dios, dice David. ¿Cómo está nuestro afecto por la casa de nuestro Dios?

 

–rc