“… (no) queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza.” 1 Tesalonicenses 4:13.

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Se calcula que la cifra de personas que mueren todos los días en el mundo asciende a ciento cincuenta y tres mil (153,000) individuos. Algún día, tarde o temprano, el que escribe y Ud. que lee formaremos parte de la estadística. Lo que debe preocupar a todos es adónde vamos a llegar por toda la eternidad. Pablo el apóstol escribió a los cristianos en Tesalónica acerca de la esperanza segura que tienen los que hemos puesto nuestra fe en el Señor Jesús. Solamente hay dos clases de personas en el mundo. Hay los que tienen esperanza de ir a la presencia del Señor y hay los que no tienen ninguna esperanza. Los que conocen a Cristo como Salvador viven felices con la perspectiva de si llegan a estar ausentes del cuerpo, estarán presentes al Señor. Los que no conocen a Cristo como Salvador tienen porque sentirse triste ya que no han atendido a la llamada del Señor.

 

Cada país y cada región de un país tienen su forma de llevar a cabo las despedidas finales de los difuntos. En Canadá normalmente los cuerpos son embalsamados en un servicio funerario y el funeral se realiza a veces siete días después del fallecimiento. Los negocios funerarios no solo venden el ataúd sino también disponen de capillas para un servicio religioso. Ya que hay personas que mueren sin profesar ninguna fe, a veces los familiares piden que haya algún servicio en honor al difunto. Un predicador del evangelio a veces es llamado a atender tal necesidad sin que haya conocido a la persona difunta con anterioridad. Para un creyente que conoce la verdad, no es tan fácil dar un mensaje pues la Biblia es tan clara sobre el destino de los que hayan rechazado a Cristo. En tales circunstancias uno puede observar situaciones tristes que dejan lecciones sobre la necesidad buscar “primeramente el reino de Dios y su justicia” Mateo 6:33.

 

El predicador relató que en respuesta a oficiar el funeral de una dama desconocida para él, se reunió con la familia una semana antes “y planificamos el servicio. Me pidieron que diera la “elogia” (una especie de recuento de la vida de la difunta) pero me fue difícil porque nunca conocí a la señora. También me pidieron que diera un mensaje de consuelo al final. El Señor me ayudó para hablar con sensibilidad a los deudos indicando la necesidad de confiar en Cristo antes de morir. La mujer no tuvo raíces cristianas y era obvio que había sufrido en la vida. Había tenido cuatro hijos que parecían mantener cierta distancia el uno del otro. Uno de los hijos estaba encarcelado pero recibió permiso especial para atender el funeral bajo la vigilancia de dos guardias. Ellos se mantuvieron a una distancia discreta y le permitieron juntarse con sus hermanos. Parece que éste va a salir en libertad en unos meses más. Para mí fue triste cuando el preso entró en la capilla y ahí estaban sus hijos pero no le saludaron. Es muy triste ver el efecto del pecado en una familia.”

 

Tales casos dejan muchas preguntas acerca de la señora difunta, de su familia y de los hijos del preso. El caso relatado destaca lo que el texto de cabecera dice; los que no tienen esperanza se entristecen. Pensando en el futuro suyo, ¿sabe si irá al cielo en el momento de la muerte? O, ¿no tiene ninguna seguridad de ir allí? Deje que la Biblia le indique la base de la esperanza que tenemos los creyentes en Cristo, “Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él” 1 Tesalonicenses 4:14.  –daj

 

Lectura Diaria:
Éxodo 30:11-38 [leer]
/Salmos 78:32-72 [leer]
/Hechos 18:1-23 [leer]